miércoles, 29 de mayo de 2013

VESTIDO IMPERIO







   Esta boda me va a volver loca, va acabar con mis nervios, es la primera boda de la familia, la de  mi hija Loli, la mayor. Pero no es con ella, no, con la que estoy pa’que me dé algo, pobrecita mía, es con su hermana, con mi otra hija, la menor, Gloria, que la verdad tendría que haberle puesto otro nombre,  pues con este lo que hace es despistar. ¡Cuidao con la niña el disgusto y la preocupación que tenemos todos! Que dice que  no piensa ir a la boda de su hermana y ni hay forma de convencerla de que debe de ir ni da razones.  Y a todo esto su padre ni se inmuta, él con decir que  tiene otras cosas de qué preocuparse me endosa a mí el muerto, que lo arregle yo, me dice, que “entre mujeres os entendéis mejor”. ¡Cobarde!  Lo que pasa es que es la niña de sus ojos y no quiere enfrentarse a ella. 


   Y nada, que no hay quien la apee del burro. Hay que ver. Se necesita tener cuajo para negarse a asistir a la boda de su propia hermana. ¡Qué bicho le habrá picado a esta hija mía, por Dios!  Desde que le dio por lo siniestro no hay forma. De la noche a la mañana empezó  a vestirse con esas vestimentas raras, negras y horribles y a ennegrecerse los párpados y los ojos y a pintarse las uñas de negro y pintarse  los labios de ese carmín granate, que parece una hija de Drácula en vez de mía con ese pelo lacio que se deja. 


  --¿Y por qué no quieres ir a la boda de tu hermana, vamos a ver? Vamos, si es que puede saberse.

   --Mamá, si es que tú no lo entiendes ni lo entenderás, así que para qué voy a gastar mis energías.

   ¿Es graciosa o no es graciosa, mi niña?  

   --Anda, inténtalo, ponme a prueba, a lo mejor te llevas una sorpresa y te entiendo y todo –le dije. ¡A ver qué otra cosa podía decirle!  

   --Lo dudo –repuso ella.

   --No pierdes nada con intentarlo, anda –insistí.

   --Pues mamá, no voy porque la existencia está en otra parte. 


   ¿Vosotros creéis que esta es una respuesta a una madre que se ha desvivido por sus hijos para que nunca les faltara de nada? Y encima lleva razón, no he entendido ni papa, y ahora me dirá que soy tonta, que no estoy al día, que ya me lo había advertido…, ¡lo que hay que aguantar, Señor! Ahora que si cree que me voy a  cortar lo tiene crudo. 


   --Bueno, la existencia estará en otra parte, pero tú estás aquí –le repliqué con impecable lógica. Y se me queda mirando como sorprendida de mi respuesta y me dice 

   --Sí, mamá, ese es mi tormento, pues eso que tu boca cruel esparce en el aire asesino es mi propio cerebro, mi carne y mi sangre. 

   A mí me dio un repelús cuando dijo eso que casi me caigo de espaldas y me desnuco. ¡Santo Dios! ¿Quién le ha enseñado estas cosas a mi hija?

    --Además, mi piel no soporta la luz del sol –apostilló para ponerle la guinda a sus sandeces. ¡Pero si mi hija se ha criado toda la vida en el campo! Y se lo dije:

    --¡Pero si tú eres más de campo que las amapolas! Y me miró con una mirada de esas retorcías que me dejó helá. 


   A ver qué hace una ante un caso así. Porque si fuera decir que no va porque le duele la vesícula o el costado, pues tiene un pase, una sabe cómo afrontar esas excusas, pero a ver cómo enhebras tú un hilo en una aguja sin  ojo. ¡Vamos, vamos,  ahora a mi hija le ha dao por lo escatológico. Pues esto quien tiene que arreglarlo es el padre aunque sea dándole dos guantás,  que eso lo que se merece la tonta el haba esta que me va a enterrar con sus majaderías.

   Así que se lo dije. 


   --Tu hija tiene unas ideas muy raras, así que si no quieres que tengamos un disgusto el día de la boda de Loli y no comience su día más feliz con mal pie ya puedes ingeniártelas para convencerla de que debe hacer lo que se le manda –así del tirón se lo dije quedándome sin resuello. 


   --Parece mentira que seas mujer, y por si fuera poco su madre, y no entiendas lo que le pasa a tu hija –me dijo el muy ladino.

   --¡Anda este con lo que me sale ahora! –no pude por menos que exclamar- ¿acaso lo entiendes tú?

   --No es cuestión de entenderlo, es cuestión de echarle una apuesta a la imaginación, lo que pasa es que estás nerviosa con la que se avecina –me dijo  con toda la cachaza del mundo.

   Mi marido dándome lecciones de inteligencia emocional, ¡es que…!

   --Pues nada –le tuve que responder- si tan listo eres te entrego los trastos y yo me desentiendo. Suerte, maestro.

   Y me fui a la cama. 


   No quise comentar más el asunto al día siguiente, ahora quien esperaba noticias era yo. Pero si os digo la verdad, tenía un come come de continuo que como no escampara pronto la úlcera no me la quitaba nadie, como os lo digo. 


   Y pasó ese día sin más novedad que las miradas de reojo que le eché a mi hija cuando se levantó, mientras tomaba el desayuno y luego cuando regresó del instituto, por ver si le veía algún cambio aparente. Pero nada, ella seguía en las mismas.  Y de pronto va y me dice:


   --Esta tarde he quedado con papá –que me produjo como un parón sanguíneo que paralizó mis pulsos, no me esperaba yo semejante declaración.

   --¡Ah, sí! –repuse tratando de disimular mi sorpresa- ¿para qué?


  --Pues no sé –me respondió indiferente- me ha dicho que me pase por su oficina.

   Y aquí me tenéis a mí comiéndome los nudillos tratando de averiguar para qué había quedado mi disparatada hija con su padre esta tarde. 


   ¿Dónde estuvieron? ¿Qué hicieron? No lo sé. Lo único que sé es que esa noche, esa misma noche, durante la cena, vi a mi hija más predispuesta y alegre, así que le pregunté. 


   --Pues nada, mamá –me respondió con la mayor naturalidad- que papá me ha convencido y voy a ir a la boda de mi hermana.  Y me desmayé. No pude evitarlo. 


   --Pues los hay en muselina, seda, satén, organza, con encajes, bordados, transparencias, de manga corta, en escote palabra de honor, halter…, hay miles de versiones, ¡y me sienta  tan bien! --oí que mi hija le decía a su hermana cuando volví en mí.  




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