Esta boda me va a volver loca, va acabar
con mis nervios, es la primera boda de la familia, la de mi hija Loli, la mayor. Pero no es con ella,
no, con la que estoy pa’que me dé algo, pobrecita mía, es con su hermana, con
mi otra hija, la menor, Gloria, que la verdad tendría que haberle puesto otro
nombre, pues con este lo que hace es
despistar. ¡Cuidao con la niña el disgusto y la preocupación que tenemos todos!
Que dice que no piensa ir a la boda de
su hermana y ni hay forma de convencerla de que debe de ir ni da razones. Y a todo esto su padre ni se inmuta, él con
decir que tiene otras cosas de qué
preocuparse me endosa a mí el muerto, que lo arregle yo, me dice, que “entre
mujeres os entendéis mejor”. ¡Cobarde!
Lo que pasa es que es la niña de sus ojos y no quiere enfrentarse a
ella.
Y nada, que no hay quien la apee del burro.
Hay que ver. Se necesita tener cuajo para negarse a asistir a la boda de su propia
hermana. ¡Qué bicho le habrá picado a esta hija mía, por Dios! Desde que le dio por lo siniestro no hay
forma. De la noche a la mañana empezó a
vestirse con esas vestimentas raras, negras y horribles y a ennegrecerse los párpados
y los ojos y a pintarse las uñas de negro y pintarse los labios de ese carmín granate, que parece una
hija de Drácula en vez de mía con ese pelo lacio que se deja.
--¿Y por qué no quieres ir a la boda de tu
hermana, vamos a ver? Vamos, si es que puede saberse.
--Mamá, si es que tú no lo entiendes ni lo
entenderás, así que para qué voy a gastar mis energías.
¿Es graciosa o no es graciosa, mi niña?
--Anda, inténtalo, ponme a prueba, a lo
mejor te llevas una sorpresa y te entiendo y todo –le dije. ¡A ver qué otra
cosa podía decirle!
--Lo dudo –repuso ella.
--No pierdes nada con intentarlo, anda
–insistí.
--Pues mamá, no voy porque la existencia
está en otra parte.
¿Vosotros creéis que esta es una respuesta a
una madre que se ha desvivido por sus hijos para que nunca les faltara de nada?
Y encima lleva razón, no he entendido ni papa, y ahora me dirá que soy tonta,
que no estoy al día, que ya me lo había advertido…, ¡lo que hay que aguantar,
Señor! Ahora que si cree que me voy a
cortar lo tiene crudo.
--Bueno, la existencia estará en otra parte,
pero tú estás aquí –le repliqué con impecable lógica. Y se me queda mirando
como sorprendida de mi respuesta y me dice
--Sí, mamá, ese es mi tormento, pues eso que tu boca cruel esparce en el
aire asesino es mi propio cerebro, mi carne y mi sangre.
A mí me dio un repelús
cuando dijo eso que casi me caigo de espaldas y me desnuco. ¡Santo Dios! ¿Quién
le ha enseñado estas cosas a mi hija?
--Además, mi piel no
soporta la luz del sol –apostilló para ponerle la guinda a sus sandeces. ¡Pero
si mi hija se ha criado toda la vida en el campo! Y se lo dije:
--¡Pero si tú eres más
de campo que las amapolas! Y me miró con una mirada de esas retorcías que me
dejó helá.
A ver qué hace una ante
un caso así. Porque si fuera decir que no va porque le duele la vesícula o el
costado, pues tiene un pase, una sabe cómo afrontar esas excusas, pero a ver
cómo enhebras tú un hilo en una aguja sin ojo. ¡Vamos, vamos, ahora a mi hija le ha dao por lo escatológico.
Pues esto quien tiene que arreglarlo es el padre aunque sea dándole dos guantás, que eso lo que se merece la tonta el haba
esta que me va a enterrar con sus majaderías.
Así que se lo dije.
--Tu hija tiene unas
ideas muy raras, así que si no quieres que tengamos un disgusto el día de la
boda de Loli y no comience su día más feliz con mal pie ya puedes ingeniártelas
para convencerla de que debe hacer lo que se le manda –así del tirón se lo dije
quedándome sin resuello.
--Parece mentira que
seas mujer, y por si fuera poco su madre, y no entiendas lo que le pasa a tu
hija –me dijo el muy ladino.
--¡Anda este con lo que
me sale ahora! –no pude por menos que exclamar- ¿acaso lo entiendes tú?
--No es cuestión de
entenderlo, es cuestión de echarle una apuesta a la imaginación, lo que pasa es
que estás nerviosa con la que se avecina –me dijo con toda la cachaza del mundo.
Mi marido dándome
lecciones de inteligencia emocional, ¡es que…!
--Pues nada –le tuve
que responder- si tan listo eres te entrego los trastos y yo me desentiendo. Suerte,
maestro.
Y me fui a la cama.
No quise comentar más
el asunto al día siguiente, ahora quien esperaba noticias era yo. Pero si os
digo la verdad, tenía un come come de continuo que como no escampara pronto la
úlcera no me la quitaba nadie, como os lo digo.
Y pasó ese día sin más
novedad que las miradas de reojo que le eché a mi hija cuando se levantó,
mientras tomaba el desayuno y luego cuando regresó del instituto, por ver si le
veía algún cambio aparente. Pero nada, ella seguía en las mismas. Y de pronto va y me dice:
--Esta tarde he quedado con papá –que me
produjo como un parón sanguíneo que paralizó mis pulsos, no me esperaba yo
semejante declaración.
--¡Ah, sí! –repuse
tratando de disimular mi sorpresa- ¿para qué?
--Pues no sé –me
respondió indiferente- me ha dicho que me pase por su oficina.
Y aquí me tenéis a mí
comiéndome los nudillos tratando de averiguar para qué había quedado mi
disparatada hija con su padre esta tarde.
¿Dónde estuvieron? ¿Qué
hicieron? No lo sé. Lo único que sé es que esa noche, esa misma noche, durante
la cena, vi a mi hija más predispuesta y alegre, así que le pregunté.
--Pues nada, mamá –me
respondió con la mayor naturalidad- que papá me ha convencido y voy a ir a la
boda de mi hermana. Y me desmayé. No
pude evitarlo.
--Pues los hay en muselina, seda, satén,
organza, con encajes, bordados, transparencias, de manga corta, en escote
palabra de honor, halter…, hay miles de versiones, ¡y me
sienta tan bien! --oí que mi hija le decía a su hermana cuando volví en mí.
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