Las sábanas siempre han sido blancas, pero desde
que Newton descompuso la luz se vistieron de color para alegrar los lechos. El color incita, y en
la vida si no provocas no saboreas. La blanca palidez de la nieve, sábana
extendida sobre el prado, lo es todo, su luz blanca deslumbra, mas no provoca. El rojo, en cambio, es su paradigma. El rojo está en las rosas y en las
amapolas, en las fresas y en las cerezas, y en algunas aves, pero es excepcional en la naturaleza, tal vez
por eso atrae tanto. Y provoca. Y
sugiere. Y tienta. Sin embargo no tiene la poesía del blanco de los almendros en flor. “Ponle color a tus sueños”, y la inmaculada sencillez del
blanco colapsó. ¿Dónde estarán las sábanas de holanda, nobleza finura que el
poeta ensalzó?: Compadre,
quiero morir decentemente en mi cama. De acero, si puede ser, con las sábanas
de holanda… Por
decenas se cuentan las clases de sábanas, de colores y de seda, de lino y de
satén, pero ¿qué poeta las canta? ¡Ay, cuándo las sábanas eran poesía y eran
blancas!
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