martes, 7 de mayo de 2013

¿QUÉ ESTÁ PASANDO?


   Repasando algunos escritos míos me he topado con el que reproduzco a continuación y que escribí en 2007. Lo traigo aquí porque sigue estando de rabiosa actualidad y puede explicar algunas de las cosas que han pasado y están pasado. Es el siguiente:





   No acabo de entender muy bien por qué, de pronto, la figura del Rey es objeto de los ataques de grupos minoritarios de nuestra sociedad que, pese a serlo, han logrado un gran despliegue informativo a nivel nacional y un amplio alcance en el ámbito internacional. Los independentistas de Ezquerra, de los cuales la sociedad catalana no debe sentirse muy orgullosa –no digamos la del resto de España- quemando fotografías del rey como si éste fuera un tirano que ha cercenado sus libertades y sus derechos fundamentales, cuando en realidad Cataluña jamás ha gozado de una mayor capacidad de autogobierno y de autonomía política, cultural, económica y lingüística. De otra, el nacionalismo vasco que, a través de Iñaki Anasagasti, se ha despachado a sus anchas  hablando pestes de la familia real cuando ha sido con la Monarquía con quien el País Vasco han obtenido la más alta cota de autonomía política, social, económica y cultural de toda la historia.; y por último, y aún más chocante, esa derecha extrema que representa Federico Jiménez Losantos, desde la COPE, pidiéndole al rey que abdique en su hijo. ¿Qué mal le habrá hecho el rey a esta gente? Y ahora, para echar más leña al fuego, el anuncio de Ibarretxe de convocar un referéndum independentista cuando las elecciones están a la vuelta de la esquina y el Tribunal Constitucional está a punto de pronunciarse sobre el Estatut.  ¿Qué está pasando? ¿Qué se persigue tratando de desgastar a la Monarquía? ¿Existen razones objetivas, independientemente de las políticas, siempre interesadas, para atacar “ahora”  la figura del Rey? ¿No estamos todos de acuerdo en que el periodo monárquico que arrancó en la transición ha sido, y es, el más próspero y esperanzador de nuestra historia, el que más justicia social ha generado, el que ha otorgado la mayor participación política al pueblo y el mayor protagonismo político a la clase política, el que ha creado la España de las autonomías, el que ha reconciliado entre sí a todos los españoles, el que ha hecho de España una nación respetable y respetada…? Entonces, ¿qué está pasando? Porque si se tiene todo esto y se ataca a quien lo ha hecho posible, ¿qué interés se persigue, qué trozo de pastel hay por repartir del que no han participado los responsables de esta extraña campaña contra el rey?

   Busco en la memoria y encuentro lo que el periodista Jesús Cacho escribiera en el diario “El Mundo” hace dos años bajo el título



LOS “PARACAIDISTAS AZULES” Y EL FRACASO
DE LA TRANSICIÓN


   Bajo este epígrafe correlativo el periodista del diario “El Mundo”. Jesús Cacho, escribió  un artículo fechado el día 30 de Octubre de 2005 en el citado diario, en el que aseguraba que la Transición Política fue un fiasco, señalando al Rey como el responsable principal del mismo.

   Aseguraba el autor que cuando el Rey le preguntó a Gil Robles que “a quién creía él que debería encargar la tarea de enterrar la dictadura y alumbrar la democracia”, le  respondió que debía ser alguien “que no hubiera tenido nada que ver con el régimen” y tuviera además un pedigrí democrático impecable.  Y mucho cuidado con los paracaidistas azules”, le advirtió.

   Pero el Rey, en lugar de seguir su consejo, despidió a Arias Navarro y se encomendó a un “paracaidista azul  al nombrar Presidente del Gobierno a Adolfo Suárez, quien fuera Secretario General del Movimiento con Franco.  Y después se echó a dormir.

    De la mano de esta introducción, el periodista de “El Mundo”  trata de convencer al lector de que la Transición fue un fracaso colectivo, “una salida amañada del franquismo”.

   Para Cacho, la autoridad moral y política de la España de 1975 era el entonces Príncipe, coronado Rey en 1976, quien desoyendo a Gil Robles, puso el futuro de España en manos de un “paracaidista azul” y él se dedicó a enriquecerse, “a hacer dinero”, rodeándose de personajes tan poco recomendables como Manolo Prado y Colón de Carvajal, agregándose más tarde De la Rosa, Mario Conde, Emilio Ybarra, Polanco y, después, Emilio Botín.  Es decir, se rodeó de ricos que además eran madrileños.  De este “selecto” grupo nace una clase de trepadores que conforman el madrileñeo, núcleo de corrupción.  Tanto Adolfo Suárez, primero, como Felipe González, después, miran para otro lado.  Resultado: el corazón del Estado se plaga de las termitas de la corrupción en lugar de haber emergido como faro guía para las periferias sobre la base de “un proyecto colectivo de país en el que la creación de riqueza, la investigación, la cultura y el trabajo honesto” fuera su luz.  Aquí radica –afirma el autor- el fracaso del proyecto de España nacido de la llamada transición “democrática”.

   Y ahora nos encontramos con que, las élites regionales, olvidadas y marginadas del “madrileñeo”, piden participar del festín,  de modo que “la corrupción se ha extendido cual mancha de aceite de arriba abajo”.

   La responsabilidad de que esto sea así –estima el periodista- es de quienes siguen compartiendo el entorno real “sin la honestidad suficiente para decir la verdad”.  

    Y para que la rueda siga girando afirma, las dos instancias que distinguen a una democracia –Justicia y medios de comunicación- están maniatadas (la Juez Teresa Palacios tuvo una cena con el ministro Acebes, entonces Ministro del Interior, a quien Aznar encargó que la convenciera para que dejara de molestar a Botín. Y el Juez Gómez de Liaño fue retirado de la carrera judicial por procesar a Polanco).

    Concluye diciendo que el problema ya no es el Rey, al contrario, el Rey debe ser la piedra angular sobre la que se asiente la unidad nacional;  el problema es que para que el “madrileñeo” haya podido hacer su negocio, ha sido necesario aparcar los cambios que nuestra democracia necesita de manera urgente, pues está postrada.

   No hay clase política –sostenía Jesús Cacho-, a la política sólo se dedican los que no pueden prosperar en la empresa privada o en las profesiones liberales.  El mayor ejemplo es el del Presidente Rodríguez Zapatero, que a duras penas habría llegado a jefe de negociado, y de los diputados, cuyas habilidades nadie conoce, nombrados al amparo de las listas cerradas.

   A nadie parece importarle la paupérrima calidad de nuestra democracia –se lamentaba el periodista para finalizar-, ni hacer un país más habitable, rico, libre, abierto y menos corrupto.

   ¿Tendrá esto que ver con lo que está pasando o será la excusa para que cada cual barra para su casa?

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