“Para
mí la soledad no es sólo estar falto de amor, compañía o cariño. tampoco tiene
que ver simplemente con la idea de sentirse abandonado o ninguneado por
aquellos con quienes nos relacionamos habitualmente, esto es, la pareja, la
familia, los amigos y los vecinos. Sino que también tiene que ver con el hecho
de sentirnos desatendidos por la comunidad, el Gobierno o la ciudadanía.
Es la sensación de desconexión no sólo respecto a
aquellas personas en las que deberíamos confiar, sino también con respecto a nosotros
mismos. Se trata no únicamente de la falta
de apoyo social o familiar, sino también de la sensación de exclusión política
y económica».
Este párrafo es de Noorena Hertz. Noreena
Hertz es una reconocida líder intelectual, académica y
presentadora, nombrada por The Observer como «una de las
pensadoras más relevantes del mundo» y por Vogue como «una de
las mujeres más inspiradoras del mundo». Sus éxitos de ventas anteriores, The
Silent Takeover, The Debt Threat y Eyes Wide Open,
se han publicado en más de veinte países, y sus artículos de opinión han
aparecido en The New York Times, The Washington Post, The
Wall Street Journal, The Guardian y Financial
Times. Presentadora de su propio programa en SiriusXM, ha sido
conferenciante en TED, en el Foro Económico Mundial en Davos y en Google
Zeitgeist. Hertz ostenta un MBA por la Wharton School de la Universidad de
Pensilvania y un doctorado por la Universidad de Cambridge; actualmente es
profesora en el University College de Londres, donde ostenta una cátedra
honoraria.
Esta autora ha escrito recientemente "El siglo de la soledad", cuya sinopsis en la siguiente:
La soledad se ha convertido en la
condición definitoria del siglo XXI. Daña nuestra salud, nuestra riqueza y
nuestra felicidad e incluso amenaza nuestra democracia. Nunca hasta ahora ha
sido tan omnipresente o generalizada, pero tampoco nunca hasta ahora hemos
tenido tanto a nuestro alcance para poder hacer algo al respecto.
Antes incluso de que la pandemia mundial
introdujera el concepto de «distanciamiento social», el tejido de la comunidad
se estaba desmoronando y nuestras relaciones personales estaban amenazadas. Y
la tecnología no era la única culpable. Igual de culpables son el
desmantelamiento de las instituciones cívicas, la reorganización radical del
lugar de trabajo, la migración masiva a las ciudades y décadas de políticas
neoliberales que han colocado el interés propio por encima del bien colectivo.
No se trata tan solo de una crisis de
bienestar mental. La soledad aumenta nuestro riesgo de enfermedades cardíacas,
de padecer un cáncer o demencia. Estadísticamente, es tan malo para nuestra
salud como fumar quince cigarrillos al día. También representa una crisis
económica que nos cuesta miles de millones al año. Y una crisis política, ya
que los sentimientos de marginación alimentan la división y el extremismo en
todo el mundo. Pero también es, además, una crisis que tenemos el poder de
resolver.
Combinando una década de investigación
con informes de primera mano, Noreena Hertz nos lleva desde una clase de «cómo
leer una cara» en una universidad de la Ivy League hasta trabajadores remotos
aislados en Londres durante el cierre; desde «alquilar a un amigo» en Manhattan
hasta residentes de un asilo de ancianos tejiendo gorros para sus cuidadores
robot en Japón.
Ofreciendo soluciones audaces
que van desde una inteligencia artificial compasiva hasta modelos innovadores
para la vida urbana y nuevas formas de revitalizar nuestros vecindarios y
reconciliar nuestras diferencias, El siglo de la soledad ofrece
una visión esperanzadora y empoderante sobre cómo sanar nuestras comunidades
fracturadas y restaurar la conexión en nuestras vidas.
No hace falta insistir demasiado en un hecho que constatamos día a día, que vemos con nuestros propios ojos en las calles y parques de nuestras ciudades y en nuestro pueblos, que se están vaciando al mismo ritmo que sus plazas y calles se llenan de soledad.
¿Acaso no son los botellones multitudinarios un signo de la soledad de nuestros tiempos? ¿Ese querer compartir la soledad de otros invadiendo el espacio público y atiborrase de alcohol y otras drogas no es acaso un grito de socorro de una juventud que se siente abandonada y sin respuesta a sus inquietudes de unas instituciones demasiado ocupadas en solucionar problemas políticos que ellos mismos crean?
Nuestros políticos solo se acuerdan de la ciudadanía cuando necesita de su voto para seguir en el poder, pero cuando lo ocupan su principal objetivo es deshacer lo que el anterior gobierno ha hecho, y con tal de gobernar rompe todas sus promesas y se alía con quienes jamás han pensado en trabajar por una sociedad más feliz, antes bien, en conseguir sus objetivos políticos e ideológicos particulares contrariaos al interés general.
Si a todo ello unimos que la familia ha quedado reducida a su mínima expresión, que las familias numerosas han dado paso a las monoparentales, y a las que como mucho tienen dos hijos, la soledad ya empieza a tomar cuerpo en el mismo seno familiar.
Por si fuera poco, el individualismo acentúa aún más esa sensación, ese ir cada uno los suyo sin importar nada los demás, está convirtiendo, la ha convertido ya, en gel de baño.