Raro es el día y el medio de comunicación
que actualmente no incluye algún tipo de noticia sobre Edward Snowden, el ex
espía de la CIA que ha puesto contra las cuerdas a EEUU al revelar los métodos
de espionaje de su Agencia de Seguridad, la NSA, cuyas víctimas son millones de ciudadanos estadounidenses espiados
a través de un programa, el PRISM, con el cual se puede acceder a información privada de los
principales servidores de internet y a sus propios teléfonos. Asunto que también alcanza al Reino Unido,
pues el periódico The Guardian informó
sobre la existencia de una red de espionaje británico en las cumbres del
G20 del año 2009. Es decir, que estamos seguramente ante el mayor caso de
espionaje de la historia. El Gran
Hermano de Orwell hecho realidad.
El caso es llamativo, por cuanto la mayor potencia
de mundo, que ya no puede imponer su criterio diplomáticamente, recurre a otros
medios, en este caso al espionaje a escala global, para obtener información y
poder así imponer su voluntad coaccionando ya que no puede hacerlo con su autoridad.
No se ha librado nadie, pues también han sido objeto de espionaje la Unión
Europea, China, Rusia… Todo en nombre de la seguridad nacional y la prevención
del terrorismo.
Y ha ocurrido lo que suele suceder en estos
casos: el hijo díscolo que, desencantado o resentido, empieza a largar poniendo
en evidencia a la familia, que lo acusa de traidor y mal hijo, pues lo que no
puede es llamarlo embustero. Pero la cosa no se para ahí. Lo mismo que “la
familia” lanzaría a sus matones para que
cacen al chivato y darle su merecido, el
gobierno de EEUU ha movilizado a sus servicios secretos para prender al traidor
y darle el suyo.
Es decir, que revelar verdades sobre prácticas mafiosas te pone
automáticamente ante el cañón de una pistola o ante un consejo de guerra. No porque hayas dicho la verdad, no, sino porque
has puesto en peligro a tu familia, a tu país. Aún más, lo has puesto en evidencia ante el mundo, lo
has desprestigiado, has minado su autoridad, un acto que no puede quedar
impune. Pero claro, un espía no se
decide a dar ese paso si antes no
diseña su plan de huida y una estrategia de actuación, que es lo que ha hecho Snowden,
quien presumiblemente acabará exiliado en algún país sudamericano al que el
vecino del norte se la trae al fresco, burlando así su poder, su inmenso poder.
Quiere decirse que, de no ser por la
existencia de países dispuestos a hacerle la peineta a EEUU, tal vez no
podríamos conocer nunca la cantidad de
mierda que corre por sus cloacas.
Yo no voy a entrar en si Snowden es un
traidor o un héroe, seguramente sea ambas cosas en función de quien lo juzgue, lo
que sí quiero decir es que siento simpatía por quien pone en dificultades al
poderoso, al matón, al que cree que
puede hacer y deshacer a su antojo en nombre de unos principios en los que solo
ellos creen, la seguridad y otras razones de estado que generan toda clase de
injusticias y calamidades. No está mal,
no, desenmascarar el mal de este mundo. Lo que no puedo es
alegrarme, pues este tipo de mal está arraigado en todos los países del
mundo, en mayor o menor grado, y si me dan a elegir prefiero el que se cuece a
la orilla del río Potomac. No deja de
ser triste tener que elegir entre males el mejor.
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