Si
decimos que la corrupción nace con el hombre no decimos nada nuevo, solo que
para ser justos hay que decir que no todos los hombres se corrompen. Aunque si
profundizáramos un poco en el concepto no se salvaría ninguno, pues formas de
corromperse hay muchas. De hecho, ahora mismo, hay una auténtica alarma por la
corrupción de la clase política, financiera y empresarial, alarma plenamente
justificada, pero ¿quién habla de la corrupción social? Sí, de esa que pasa desapercibida
porque no le damos importancia y ya lo creo que la tiene, esa de la que incluso
presumimos por habernos ahorrado cien euros de IVA en el arreglo del coche
prescindiendo de la factura. Eso también es corrupción, y mientras no lo veamos
así, mientras no seamos conscientes de
que hurtarle a Hacienda cien euros es atentar contra el estado del bienestar y las
prestaciones sociales, contra la inversión pública y la investigación y en
detrimento del desarrollo general del país, no habremos avanzado un solo paso en pro de la
consolidación política, social y económica de España. Protestemos contra la
corrupción política, económica y financiera –faltaría más-, pero protestemos también por la nuestra, esa que no queremos reconocer como tal, pero que es también corrupción, y grave, pues son muchos los miles de millones que el Estado no ingresa y que, por lo tanto, ha sacar de algún sitio, por ejemplo, subiendo los inmpuestos, medida con la que todos nos empobrecemos.
Aquí, en este país cuyo nombre a veces nos da
vergüenza decir, mientras no seamos capaces de denunciar a nuestro vecino por
haber defraudado a Hacienda cien euros por ahorrase el IVA de una factura, no
seremos un país serio.
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