Soy
consciente de que hablar de la verdad suscita poco interés, y es así porque
estamos desengañados, todos sabemos que nunca sabremos la verdad. Luego la
pregunta se cae por su propio peso: ¿Por qué no podemos saber la verdad? Me hago
esta pregunta porque no sé la respuesta,
si la supiera no tendría necesidad de hacerme preguntas sobre ella. Aunque
bien pensado, a lo mejor me divertiría haciéndolo si la supiera, para entreteneros
mayormente.
Pero no la sé y creo que debe de ser así, ya que si supiéramos la verdad no
soportaríamos nuestra propia existencia, nos aburriríamos como ostras, no
podríamos soñar, ni inventar historias, ni escribir cuentos, ni imaginar
mundos, en una palabra, la vida sería un fastidio insufrible y no habría
poesía.
Pero claro, esto nos lleva a concluir que
Dios, que lógicamente sabe la verdad, debe
de aburrirse como una boja en un páramo, pero enseguida caemos en la cuenta de que
siendo Dios, sabrá cómo divertirse,
¿no? ¿Y con qué se divierte Dios?
Yo creo que se divierte con nosotros.
¿Con quién sino?
Una cosa que no sabemos es si Dios es Dios
porque sabe la verdad o sabe la verdad porque es Dios. Es importante este
matiz, pues si saber la verdad hizo a Dios Dios, si nosotros llegáramos a
saberla también lo seriamos. ¿Qué haríamos a partir de ese momento? ¿Tal
vez crear nuevos universos para matar el tiempo y recrearnos en nuestra obra y
así hasta el infinito? Saber la verdad debe ser fascinante, por la cantidad de
cosas que puedes hacer. Pero hay que saber gestionarla. Y esto ya es harina de
otro costal. Ya sabemos lo que hace el hombre cuando se cree poseedor de la
verdad, así que cuando la sepa…
La
ciencia ya ha puesto de manifiesto que el Universo puede explicarse sin
recurrir a Dios, bien, sin embargo el hombre no sabe cómo es el Universo, ni cómo
se originó, ni si se expandirá eternamente o se volverá a contraer. Por tanto,
no todo está dicho sobre ese tema, un tema que es terreno propio de la
ciencia, pero con mucho margen para la
poesía. En este terreno es en el que
pretendía entrar yo. Desde él ¿por qué
no imaginar a un Dios aburrido que juega con nosotros? ¿No se abre a partir de aquí un panorama de
infinitas posibilidades? Porque claro, Dios domina la materia y la energía, el
espacio y el tiempo, y sabe cómo combinar todo eso para hacer universos, una actividad
rutinaria para él. Sin embargo, al crearnos a nosotros, dio un salto cualitativo
en su obra, pues el hombre es imprevisible, desconcertante, poliédrico. Me
imagino a Dios tratando de comprender al hombre y diciéndose para sí “si lo sé
no lo hago”. Pero siendo inteligente como es, ya que dio ese paso, no iba a
desaprovechar las posibilidades de diversión que su obra le ofrecía. Y se puso
a jugar con nosotros. ¿Qué otra alternativa le quedaba? Así que nunca sabremos la verdad porque antes
hay que ser Dios y luego crear al hombre, no al revés.
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