martes, 18 de junio de 2013

ECONOMÍA Y PODER



  


 La economía está siempre presente en nuestras vidas, sin embargo hablamos poco de ella, es un asunto antipático, poco atrayente como tema de conversación, aburrido. Los números tienen muy poco espacio en nuestras preferencias discursivas, hablar de ellos nos fastidia, preferimos temas más ricos en matices. La economía está unida al dinero y hablar de dinero nos repugna, tiene connotaciones indeseables. Además, ¿quién entiende de economía? ¿Alguien ha oído alguna vez a un grupo de jóvenes hablar de macroeconomía? Pero cuando hay crisis la cosa cambia porque afecta directamente a nuestro bolsillo y entonces sí, entonces lo comentamos como asunto “preocupante” y lo admitimos como tema conversacional, pero de pasada y brevemente  Para espantar fantasmas supongo y dejar patente que no somos indiferentes al problema.  

   Pero la economía no son sólo números, es sobre todo sentido común, sólo por esto vale la pena tener alguna idea sobre ella, al menos para saber si nuestros políticos, cuando vienen mal dadas, lo tienen o carecen de él. La economía se puede aprender, el sentido común es personal, es él el que nos va a decir si las medidas que adoptan los políticos para abordar la crisis van en la dirección correcta o son una chapuza.

   Una crisis económica sobreviene porque la ley de la oferta y la demanda sufre un desequilibrio tal que rompe el mercado. La actividad económica, es decir, el volumen de producción de bienes y servicios depende del nivel de consumo, si lo que se produce no lo absorbe el consumo la actividad económica se resiente, baja la producción, sobra mano de obra, quiebran empresas y se genera paro. La pregunta es ¿por qué de pronto desciende la demanda?  Porque el nivel de gasto de las familias ha llegado a su límite, se han endeudado demasiado y no disponen de ahorros para afrontar sus compromisos, por lo que la mayor parte de sus ingresos deben destinarlos a pagar los vencimientos aplazados de sus deudas. Si su única fuente de ingresos proviene de la fuerza de su trabajo y se quedan en el paro, no pueden afrontar sus pagos. El resultado es que las entidades financieras no pueden recuperar los préstamos concedidos, por lo que se ven obligadas a embargar los bienes de los morosos que no siempre cubren los gastos ocasionados. Si las entidades financieras no obtienen ingresos por otras inversiones el resultado es la falta de liquidez del sistema financiero, lo que impide nuevas financiaciones e inversiones pues de donde no hay nada se puede obtener. Si a ello unimos la conducta criminal de los Madof de turno o la frivolidad de las entidades financieras a la hora de dar créditos sin apenas garantías de cobro, los paraísos fiscales y la corrupción,  el cuadro que se obtiene es aterrador. ¿Por qué hemos llegado a este punto? Porque hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, hemos gastado más de lo permisible y nos hemos endeudado más de la cuenta.  Todos estos síntomas ya estaban en la economía hace años, cuando el gobierno del señor Zapatero, sin considerar el elevado endeudamiento, el creciente precio del petróleo, el elevado precio de la vivienda y la alegría con que las entidades financieras concedían préstamos, no hizo nada,  estaban cerca las elecciones y tocaba negar que la economía fuera mal, pues se jugaban continuar en el poder. Y no se tomó ni una sola medida. La economía al servicio del poder y éste a palos con el sentido común, pues cuando lo pertinente era adelantarse a la crisis que se avecinaba para paliar sus efectos, se optó por negarla. Y cuando ya no se podía negar se le echó la culpa a Estados Unidos. 


   Pues la cosa es grave, bastante grave porque es estructural. La crisis no se va a resolver tomando medidas coyunturales, la cosa es mucho más profunda que todo eso. Aquí hemos basado el crecimiento de la economía en la especulación inmobiliaria  y cuando el modelo se ha agotado no hay ningún sector que palie su caída. No somos competitivos, invertimos muy poco en investigación e innovación, tecnológicamente  estamos muy atrasados y tenemos un sistema educativo que da pena. Estamos endeudaos hasta las cejas y seguimos haciéndolo, pues el Gobierno, como medida paliativa, ha aumentado el gasto público, medida que conlleva entrar en una economía deficitaria que, para paliarlo en lo posible,  emite deuda, deuda que antes o después hay que pagar con intereses.  No es extraño que el Nobel de Economía Paul Krugman haya dicho que el panorama de la economía española es aterrador. ¡Y tanto!

   Lo que no acabo de entender es cómo es posible que todos los controles legales para vigilar a los operadores económicos y financieros han fallado, ¿cómo no han sabido reaccionar los gobiernos ante lo que se avecinaba? ¿Es que lo que puede ver un lego en la materia no lo ven los expertos? ¿En manos de quién estamos?  Esto me hace pensar que las sociedades occidentales son víctimas de sus propias contradicciones: la tolerancia lleva a la abdicación moral, la libertad al abuso, los principios a exigir de los demás lo que no nos exigimos a nosotros mismos,  el bienestar a la vagancia, el ocio a la molicie, el poder a la corrupción, la riqueza al soborno, al crimen… Mal vamos. Así no podemos seguir. Los recursos escasean cada vez más y el modelo de producción es insostenible. Hay que decir basta.

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