La economía está siempre presente en nuestras vidas, sin embargo
hablamos poco de ella, es un asunto antipático, poco atrayente como tema de
conversación, aburrido. Los números tienen muy poco espacio en nuestras
preferencias discursivas, hablar de ellos nos fastidia, preferimos temas más
ricos en matices. La economía está unida al dinero y hablar de dinero nos
repugna, tiene connotaciones indeseables. Además, ¿quién entiende de economía?
¿Alguien ha oído alguna vez a un grupo de jóvenes hablar de macroeconomía? Pero
cuando hay crisis la cosa cambia porque afecta directamente a nuestro bolsillo
y entonces sí, entonces lo comentamos como asunto “preocupante” y lo admitimos
como tema conversacional, pero de pasada y brevemente Para espantar fantasmas supongo y dejar
patente que no somos indiferentes al problema.
Pero la economía no son sólo números, es sobre todo sentido común, sólo
por esto vale la pena tener alguna idea sobre ella, al menos para saber si
nuestros políticos, cuando vienen mal dadas, lo tienen o carecen de él. La
economía se puede aprender, el sentido común es personal, es él el que nos va a
decir si las medidas que adoptan los políticos para abordar la crisis van en la
dirección correcta o son una chapuza.
Una crisis económica sobreviene porque la ley de la oferta y la demanda
sufre un desequilibrio tal que rompe el mercado. La actividad económica, es
decir, el volumen de producción de bienes y servicios depende del nivel de
consumo, si lo que se produce no lo absorbe el consumo la actividad económica
se resiente, baja la producción, sobra mano de obra, quiebran empresas y se
genera paro. La pregunta es ¿por qué de pronto desciende la demanda? Porque el nivel de gasto de las familias ha
llegado a su límite, se han endeudado demasiado y no disponen de ahorros para
afrontar sus compromisos, por lo que la mayor parte de sus ingresos deben
destinarlos a pagar los vencimientos aplazados de sus deudas. Si su única
fuente de ingresos proviene de la fuerza de su trabajo y se quedan en el paro,
no pueden afrontar sus pagos. El resultado es que las entidades financieras no
pueden recuperar los préstamos concedidos, por lo que se ven obligadas a
embargar los bienes de los morosos que no siempre cubren los gastos ocasionados.
Si las entidades financieras no obtienen ingresos por otras inversiones el
resultado es la falta de liquidez del sistema financiero, lo que impide nuevas
financiaciones e inversiones pues de donde no hay nada se puede obtener. Si a ello
unimos la conducta criminal de los Madof de turno o la frivolidad de las entidades
financieras a la hora de dar créditos sin apenas garantías de cobro, los
paraísos fiscales y la corrupción, el
cuadro que se obtiene es aterrador. ¿Por qué hemos llegado a este punto? Porque
hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, hemos gastado más de lo
permisible y nos hemos endeudado más de la cuenta. Todos estos síntomas ya estaban en la
economía hace años, cuando el gobierno del señor Zapatero, sin considerar el
elevado endeudamiento, el creciente precio del petróleo, el elevado precio de
la vivienda y la alegría con que las entidades financieras concedían préstamos,
no hizo nada, estaban cerca las
elecciones y tocaba negar que la economía fuera mal, pues se jugaban continuar
en el poder. Y no se tomó ni una sola medida. La economía al servicio del poder
y éste a palos con el sentido común, pues cuando lo pertinente era adelantarse
a la crisis que se avecinaba para paliar sus efectos, se optó por negarla. Y
cuando ya no se podía negar se le echó la culpa a Estados Unidos.
Pues la cosa es grave, bastante grave porque es estructural. La crisis
no se va a resolver tomando medidas coyunturales, la cosa es mucho más profunda
que todo eso. Aquí hemos basado el crecimiento de la economía en la
especulación inmobiliaria y cuando el
modelo se ha agotado no hay ningún sector que palie su caída. No somos
competitivos, invertimos muy poco en investigación e innovación,
tecnológicamente estamos muy atrasados y
tenemos un sistema educativo que da pena. Estamos endeudaos hasta las cejas y
seguimos haciéndolo, pues el Gobierno, como medida paliativa, ha aumentado el
gasto público, medida que conlleva entrar en una economía deficitaria que, para
paliarlo en lo posible, emite deuda,
deuda que antes o después hay que pagar con intereses. No es extraño que el Nobel de Economía Paul
Krugman haya dicho que el panorama de la economía española es aterrador. ¡Y
tanto!
Lo que no acabo de entender es cómo es posible que todos los controles
legales para vigilar a los operadores económicos y financieros han fallado,
¿cómo no han sabido reaccionar los gobiernos ante lo que se avecinaba? ¿Es que
lo que puede ver un lego en la materia no lo ven los expertos? ¿En manos de
quién estamos? Esto me hace pensar que
las sociedades occidentales son víctimas de sus propias contradicciones: la
tolerancia lleva a la abdicación moral, la libertad al abuso, los principios a
exigir de los demás lo que no nos exigimos a nosotros mismos, el bienestar a la vagancia, el ocio a la
molicie, el poder a la corrupción, la riqueza al soborno, al crimen… Mal vamos.
Así no podemos seguir. Los recursos escasean cada vez más y el modelo de
producción es insostenible. Hay que decir basta.
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