viernes, 28 de junio de 2013

JABÓN DE TOCADOR






   El jabón es un producto de lo más apasionante.  A mí me gusta usarlo en forma de pastilla en lugar de líquido. Por su aroma.  Pero tiene sus inconvenientes. Recién levantado entras al baño, te miras en el espejo, das un respingo porque el tío que se refleja no eres tú –al  menos tú no eras así la noche anterior-, abres el grifo, te mojas las manos, coges la pastilla  de jabón “Magno” de la Toja,  –un jabón negro de un aroma único como también lo fuera el “Heno de Pravia”,  que por cierto se fabrica en Polonia- y ¡zas!,  pastilla al suelo. 

  Tu gata, que se estaba restregando contra mi para hacerme la pelota para que le de el desayuno,  da un salto de la hostia, bufa cosa mala y sale disparada en dirección al pasillo. Pero el cable del secador, que tu mujer se había olvidado recoger la noche anterior y que había dejado colgado de la percha tras la puerta, se enreda entre sus patas. Semejante inconveniente incrementa el pánico  de mi minina que redobla su ímpetu de huida arrastrando consigo al secador que cae al suelo con estrépito  haciéndolo trizas. La gata, ante semejante desaguisado enloquece, sale al pasillo, llega al salón, se abalanza sobre la mesa del comedor en su aterrada huida, cae sobre el tapete de randa que adorna y a la vez protege la mesa, el cual soporta un florero de cristal tallado con una docena de rosas, detalle de cumpleaños que tuve el día anterior con mi mujer, engancha el tapete y arrastra tras de sí el florero que se estrella con estruendo sobre el suelo de Porcelanosa que te ha costado un riñón. El florero se desintegra pero muere matando cargándose una piedra del pavimento, precisamente la que más se ve. La gata por fin se esconde bajo el sofá huyendo de la quema y de pronto aparece tu mujer en la puerta del cuarto de baño con cara de película del Alfred Hitchcock y pregunta espantada: “¿Qué ha pasado?”  Y yo, como un gilipollas, con la maldita pastilla en la mano, desconcertado y sin habla, como el del chiste de la vaca pillado infraganti,  que no tuvo más remedio que decir que se estaba cepillando a la vaca, sólo se me ocurre decir “nada, que la pastilla de jabón se ha caído al suelo”. Y mientras mu mujer me mira como a si fuera un alienígena recién llegado del espacio,   sólo pienso en cargarme a todos los gatos del mundo y no comprar más pastillas de jabón en la vida.
  
   Pero claro, nada de nada.  A comprar un nuevo secador, un nuevo florero, la docena de rosas, reponer la losa rota (menos mal que había alguna de repuesto) y a jugar con tu gata unas horas después, la cual viene de nuevo a restregarse contra mi como si tal cosa. La bandida. En cuanto a la pastilla de jabón que rodó por el suelo, se deslizó más bien porque rodar no está entre sus virtudes, la hice picadillo (con alguien tenía que pagar el pato, ¿no?), y  a mi mujer tuve que decirle que juego con la gata cuando me  da la gana, faltaría más, y que no volviera a darme más sustos de ese calibre que bastante asustado estaba yo ya de verme en el espejo, vamos, si no quería quedarse sin marido.
 
   Y al día siguiente me encuentro una nota a mi nombre encima de mi mesa de trabajo.  Lógicamente la leo porque es de mi mujer. La nota decía así:

Tipos de jabones: 

-El “jabón duro”, que se obtiene deshidratando por rociado el jabón fundido, al que se añaden colorantes y aromas, y se moldea en barras y pastillas.  (Mismamente como el de marras, dije  para mí).

-El “jabón de tocador”, se fabrica con grasas de calidad superior al jabón duro, y una vez deshidratado el jabón fundido  vuelve a ser calentado para reducir aún más el contenido de agua.  Se le añaden colorantes y perfumes. (Ah, pues no era el duro, era el de tocador el infame, rectifico).

-El “jabón en polvo”.  También se deshidrata por rociado.  Antes de que se solidifique se le añaden los aditivos necesarios para conseguir un jabón sintético cuyo resultado final no contiene más del 50% de jabón. (¡Coño, de lo que se entera uno!  -exclamo para mí  intrigado).

   “Elige querido –decía la nota al final-, aunque te sugiero que te decidas por el “jabón líquido”, es menos “traumático”, a no ser que prefieras el “jabón en escamas”. 

   “¿Escamas? –repito con un mosqueo retumbante por la “genialidad” de mi mujer- bastante escamado estoy yo ya. ¡No te digo!”


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