Aquel padre trataba de hacerle comprender a su
hijo que todas las decisiones que había tomado en su vida no lo habían
conducido a ninguna parte, que siempre volvía al punto de partida por su equivocada
manera de entender la realidad. Por eso era
lo que era y estaba donde estaba.
—¡Y encima pretendes darle lecciones al mundo!
–le reprochó finalmente con amargura.
—El mundo necesita de muchas lecciones, papá
–respondió el hijo con un rictus de cansancio en su rostro-, pero llevas razón,
como hijo te he decepcionado, y
reconozco que, pese a tus carencias personales, eres un buen padre, pero ese
punto de locura que me anima en pos de lo imposible, y que tú no puedes
entender, es lo que me mantiene vivo y me permite vadear la depresión y conservar mi dignidad, para que no te culpes
de nada.
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