Que las relaciones humanas están basadas en
el equilibrio existente entre el amor y el odio es una verdad difícil de
desmontar. Ambos sentimientos se solapan mutuamente y unas veces se manifiesta
uno y otras el otro. Según corresponda o venga a cuento. Pasa hasta en las
mejores familias y en los más modélicos matrimonios, así que imaginaos entre compañeros de trabajo
o colegas. Ni siquiera los mejores amigos están libres del dichoso binomio.
En el ámbito de la política se manifiesta de manera más clara porque en ella hay mucho intereses creados y se tiran a degüello, por lo que no es extraño ni mucho
menos constatar que los mayores enemigos de un político no los tiene en el partido
rival, sino en el propio.
Ayer, quien viera el “Chester” y prestara atención
a las respuestas de María Teresa Campos a
las preguntas de Risto Mejide comprobaría que la ecuación que comento es correcta. No podía
la televisión quedar al margen de las premisas que presiden toda relación humana
bien entendida, pues el amor de quienes trabajan en ella de compañeros no
impiden que se odien, sino todo lo contrario. Lo puso de manifiesto la Campos
de una manera clara al hablar de su compañera de profesión y fatigas televisas
Ana Rosa Quintana, de la que no tuvo empacho en decir que es un mala compañera,
pues no dudó en firmar un contrato para Antena 3 antes de que ella saliera de
la cadena. Y le sentó mal, claro. Y ahora
va y lo suelta, libre ya de responsabilidades profesionales, cuando se siente
libre de hacer y decir lo que le dé la gana sin que le importen las
represalias.
Sin embargo, ello no obsta para que a continuación
afirme que ella quiere mucho a Ana Rosa Quitana, pero que una cosa no quita la
otra. Los ingredientes necesarios para
que los medios metan baza y traten de enfrentarlas, que es lo que han hecho o
tratado de hacer, pues eso vende. Lo que pasa es que ambas son sabias y saben
sobrellevarlo.
Pues así es la vida, hoy te quiero y mañana
te mando a la mierda o te echo en cara que no estuviste a la altura cuando te
necesité, etc., etc.
El problema es cuando se rompe el equilibrio, pues entonces estalla el conflicto, que es lo que ha pasado en Cataluña porque a
los independentistas les ha interesado ir atizando la llama del odio contra
España y todo lo español. Y ha pasado lo
que ha pasado, y lo que seguirá pasando si no se evitan las causas que lo
propician, causas artificiales sin duda, de ahí lo necesario y vital que es desmontar el
falaz discurso nacionalista que basa en el odio su estrategia para llevar a
cabo sus fines, palmariamente ilegítimos, pues pretenden decidir por ellos solos lo que nos afecta a todos.
Nos armaremos de paciencia.
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