Y para
qué hablaros de vuestra Segunda Gran Guerra, no tuvisteis suficiente con la primera que
también provocasteis la segunda, que en
esto no hay quien os gane en toda la galaxia, si en la Primera fueron treinta millones de
muertos en la Segunda llegasteis a los cien,
cifra estimativa, una guerra que podríais
haber evitado si en lugar del ánimo de
revancha os hubiera guiado la generosidad con el vencido, pero ya que no lo
hicisteis al menos podíais haber impedido que se os subiera a las barbas, pues
le consentisteis tanto que cuando reparasteis en vuestro error ya era imposible evitar el
conflicto, otra prueba más de vuestra estupidez que os condujo a una
división en bloques ideológicos irreconciliables que provocó otra guerra, la
que llamasteis “guerra fría”, que no hizo sino prolongar la anterior y que estuvo a punto de desencadenar una
guerra nuclear, pues emprendisteis una insensata carrera armamentística en la
que empleasteis una ingente cantidad de recursos materiales y humanos que podíais
haber empleado en combatir el hambre y la injusticia en el mundo, pero sois como
sois, el miedo os domina y le ponéis precio a vuestra seguridad, un precio muy alto
que pagaréis caro, pues os estáis entrampando con el futuro y este os pasará factura
cuando menos lo esperéis. La tensión permanente a la que os ha conducido vuestra desmedida ambición y afán de dominio con
el telón de fondo de las ideologías os conduce
al insomnio y a la zozobra permanente, mala cosa, pues el insomnio afecta al cerebro
y os impedirá razonar adecuadamente. Un panorama escalofriante.
Y es que
lo vuestro es de tumbona de psicoanalista, la única cosa que tenéis capaz por
sí sola de salvaros a todos de la autodestrucción, me estoy refiriendo al amor, apenas si lo utilizáis para compadeceros
del débil, del desgraciado, del niño abandonado, del animal maltratado…, sin embargo el odio, que es algo ajeno a
vosotros, que no está en vuestra naturaleza en el sentido de que no podáis
prescindir de él, lo empleáis de manera sistemática como arma incluso contra
vuestros propios hermanos, contra vuestros padres, contra vuestros propios
hijos a nivel personal, o bien como arma política para manteneros en el poder o para alcanzarlo,
para azuzar a otros contra vuestros rivales,
o lo dirigís hacia un grupo o clase determinados por pura envidia, o
sencillamente porque no os caen bien, o por venganza… Tenéis miles de ejemplos
en vuestra dilatada historia que os ha llevado a guerras y a toda clase de
conflictos sangrientos a causa del odio, el más devastador es el generado entre árabes
y judíos y entre cristianos y
musulmanes, pero se extiende a todos los ámbitos, odio entre pueblos, entre
familias, entre razas, entre etnias, entre ideologías, entre clases sociales…, El odio lo empleáis como arma de dominación a
pesar de que os puede aplastar a todos, pero como os permite avanzar, lo
empleáis para vuestras conquistas, está detrás de todos vuestros actos de una
manera más o menos evidente, de manera que se puede decir que es el verdadero
motor de la historia. Así que vuestro admirado Marx se equivocó, el motor de la
historia no es la lucha de clases, es el odio. Está en la historia, está en la
Biblia, está en los griegos, que se
odiaban entre sí, está en los romanos,
que odiaban a los etruscos porque eran más cultos y refinados que ellos, está
en los nacionalismos, que necesitan generar odio contra sus contrarios para
lograr sus fines, como lo necesitan los
radicalismos de cualquier signo para desacreditar y combatir a sus enemigos, y
está en el yihadismo, que odia a occidente y a todo lo que representa. Es
decir, que sin odio vuestro mundo sería una balsa de aceite, pero no podéis
prescindir de él a pesar de que os aniquila. Os debe asustar la paz.
Todos tenéis el mismo origen, todos nacéis
nacéis iguales, sin embargo la diferencia entre vosotros la marca la cuna o el
dinero, o ambas cosas, antes eran los
estamentos, ahora son las clases. Pero todo es pura apariencia, pues en cuanto
a comportamiento las clases humildes dan más ejemplo de honestidad que las
poderosas, no porque sean de una pasta diferente, sino porque no pueden hacer
otra cosa, no pueden defraudar a hacienda, por ejemplo, que es lo que hacen los que pueden. Esta
realidad es catastrófica, pues “los de arriba”,
que en consonancia con su posición debieran observar una conducta
ejemplar para ser el paradigma de “los de abajo”, se corrompen vilmente dando
un pésimo ejemplo a la sociedad en general. Esta contradicción hace mucho daño,
pues los ciudadanos pierden referentes y
su moral se resiente, como se resienten los vínculos entre unos y otros, como
se resienten los valores y la fe en la justicia, lo que aboca a una sociedad
sin fe en sí misma esclava del relativismo. Así que si en algún momento de la
historia constituyeron un modelo a seguir, ya no lo son, en realidad nunca lo
fueron, por tanto ya no son referentes de nada ni de nadie. Una auténtica
desgracia, pues los ciudadanos de a pie, los que eligen a vuestros dirigentes
para que os gobiernen, no tienen en quien mirarse, ni mirando hacia arriba ni
mirando hacia abajo, de manera que cada vez es más grande la brecha que existe entre vuestra clase gobernante y los gobernados, entre las clases pudientes y
las trabajadoras.
Tanto hablar
de lucha de clases, a la que una
parte de vuestro planeta le dio categoría de motor de la Historia, para daros
cuenta al final de que es otra inmensa mentira por la que han muerto millones
de seres humanos, otra prueba más de hasta qué punto ideología y razón no
casan, pues desde ella se han cometido
las mayores barbaridades y si ha acabado con algo ha sido con los sueños de
quienes creyeron en ella convirtiéndolos en pesadilla. No parece sino que no
queréis reconocer que sois contradictorios, que no os mueve una sola cosa, que os
dejáis llevar por las emociones más que por la razón, y que hay cosas como la
libertad y la justicia y la igualdad por las que siempre lucharéis a pesar de
que son solo conceptos, pero como meta a conseguir son inalcanzables, de lo cual
se aprovechan quienes aspiran a alcanzar el poder para imponer su credo, pero
en realidad su objetivo es dominar, controlar la economía para favorecer a los suyos,
objetivo que está detrás de todas vuestras luchas. Pero siendo esto cierto, también lo es que, solventada la cuestión económica, os mueven cosas más espirituales, como el afán de conocimiento y el arte por ejemplo,
sin los cuales el hombre aún estaría en las cavernas. También os conmueven cosas como la religión, que nada tienen que
ver con la lucha de clases, sino con la de las creencias, sin embargo son
también motores de cambio, pues ayudan al hombre a ser feliz, y si algo busca
el hombre en esta vida es ser feliz, pero la lucha de clases no conduce a la
felicidad, sino a la dialéctica permanente que si conduce a algo es a la
frustración. Cientos de millones de muertos en aras de una utopía y
sufrimientos sin fin para alumbrar una sociedad sin clases y la realidad ha
demostrado que el presupuesto era falso porque considera al hombre simple materia.
Y no pasa nada, sus partidarios, pese a la terrible experiencia, siguen
creyendo que es posible construir una sociedad sin clases sobre los mismos supuestos,
siguen creyendo que el motor de la historia es la lucha de clases, y dan por
bueno tanta muerte, tanto sufrimiento, al fin y al cabo, dicen, la Iglesia, que predica el amor, también tiene
muchos muertos a sus espaldas y sigue ahí, defendiendo una creencia falsa. Os falta imaginación, cuando alguien os
recuerda los muertos que tenéis en el armario de la historia y sobre vuestras
conciencias respondéis “y tú más”. Sois como niños.
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