Comprenderéis
mi estupor cuando tuve plena consciencia de lo que supone actuar así,
postergando lo cercano, lo que de verdad importa, la familia y los amigos, por una causa incierta, que revela una falta
de amor tremenda, pues habiendo amor nadie
se abandona a sí mismo ni a los suyos. Y vosotros lo hacéis, sois volubles,
inconstantes e infantiles, menospreciáis lo que tenéis por humo, y es que habéis
asumido de tal modo la mentira como algo inevitable que no sólo la habéis
convertido en un arma imprescindible en vuestras vidas, sino que la empleáis
para justificar lo injustificable y desacreditar a la verdad, aun a sabiendas
del daño que con ello os causáis, pues el
daño que se causa antes o después se acaba pagando, lo sabéis, sin embargo lo
causáis, así de estúpidos sois. Es como si dijerais «después de nosotros, el
Diluvio». Una insensatez que os pasará factura, a nivel personal y colectivo.
Vuestra historia es patética. Para defender
a los más débiles de los abusos de los más fuertes y paliar en parte la
injusticia que ello supone establecisteis la democracia, el imperio de la
ley, pues os disteis cuenta de que entregar el poder a un solo hombre no
compensa el sacrificio de renunciar a vuestros derechos a cambio de seguridad, pues
el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente, algo que siempre
se cumple porque la mentira os hace débiles y sucumbís a la tentación de ser lo
que soñáis ser sin daros cuenta de que conseguís justo lo contrario, pues si
acaso conseguís ser lo que alguna vez soñasteis lo hacéis a costa de otros, a costa de llenar de
cadáveres vuestro curriculum.
Llegados a este punto comprendisteis que el
poder necesita ser controlado, pues propendéis al abuso al que os conduce
vuestro egoísmo y vuestra desmedida ambición, por tanto, el poderoso siempre tiende a identificar su
propio bien con el bien general, de manera que sobre tal premisa abusa de su poder,
hecho que por sí mismo es contrario a
cualquier pacto, pues en un régimen de poder absoluto nadie puede estar seguro,
pues a la falta de libertad y de seguridad se unen la ausencia de derechos, ni
siquiera a reclamar comida. Y así no se puede vivir. Pues así habéis vivido
siglos bajo la falsa creencia de que vuestro poder era de origen ¡divino!, lo cual justificaba todos vuestros abusos,
pues si el poder lo otorga Dios las leyes que provienen del poder han de ser
necesariamente justas, una mentira monstruosa que habéis creído a pies
juntillas que ha costado millones de
vidas y condenado a millones de seres a una vida miserable. Y no caíais en la
cuenta de que no se puede vivir sin
seguridad y sin libertad y sin derechos, que vuestra manera de ejercer el poder
era profundamente injusta, contraria por tanto a la misma esencia del Ser del
que creíais recibirlo, y no lo visteis a pesar de que hay que estar ciegos para
no verlo. Y lo estabais, tan ciegos estabais que no previsteis que antes o
después, lo que no quisisteis dar de buen grado os lo quitarían por la fuerza, y
como no lo visteis le abristeis la puerta a la revolución, os negasteis a abriros a la realidad de que una sociedad no
puede construirse sobre la base de la injusticia, pues injusticia era que una
clase social lo tuviera todo y la otra nada, y todo vuestro poder de origen
divino se derrumbó como un castillo de naipes, con lo cual pusisteis de manifestó una vez más
vuestra estupidez y establecisteis ya para siempre una ecuación irrefutable: que
el poder absoluto solo deja de serlo si se le derriba violentamente, que es
como decir que la estupidez solo se combate con más estupidez, o lo que es lo
mismo, que la única manera que habéis encontrado de acabar con las consecuencias
de vuestra estupidez es con más estupidez, y así establecisteis otro precedente de lo más peligroso, pues las
revoluciones no solo devoran a sus mejores hijos y dejan tras de sí un reguero
de muerte y odio, sino que al final acaban en nada o se convierten en lo
contrario de lo que perseguían, solo cambian las formas, constatándose con ello que poneros de acuerdo para
gobernaros es tarea imposible.
Y así seguís, ya bajo la bandera de la libertad, la igualdad y la
fraternidad, pero la injusticia sigue
ahí, más oculta, pero sigue, podéis declarar que todos los hombres son iguales, pero eso,
aparte de ser otra mentira, no acaba con ella, declaración que, por cierto,
dejó fuera a las mujeres, otra muestra más de vuestra estulticia. Sí, supisteis vender muy bien la idea de que solo
puede haber justicia si hay igualdad mientras los abusos del poder continuaban.
Es decir, habéis llegado a depender de tal modo de la mentira que no sólo
mentís de la forma más descarada, sino que ¡os creéis vuestras propias
mentiras! Es vuestra forma de resistir, no habéis encontrado otra. Bueno, sí,
la religión, otra de vuestras mentiras para sobrellevar vuestra inconsistencia
como humanos.
Lo de las religiones es como para echarse a
llorar, que es lo que, en coherencia con todo el mal que han provocado, os correspondería hacer.
Sin embargo lo tenéis asumido porque sabéis que si no hubieran sido las
religiones lo hubieran provocado otras creencias, por ejemplo las ideologías.
Cuesta creer que vuestras tres principales religiones monoteístas, que en
esencia vienen a coincidir en lo principal, el amor, hayan provocado tantos
millones de muertos y tanto sufrimiento. Cuesta creer que una de ellas, el
Islam, emprendiera una «guerra santa» contra los infieles para cumplir la
voluntad de su dios sembrando la destrucción y la muerte por doquier, y en ello
siguen a pesar de todo lo que ha llovido. No le anda a la zaga el Cristianismo,
que organizó cuatro cruzadas para conquistar lo que ellos llaman los Santos Lugares porque su dios, por medio
del Papa y atendiendo a su propio interés, demandó que estuvieran
en manos cristianas, no sarracenas, contribuyendo con ello a fomentar un odio
atroz entre los creyentes de una y otra religión que se extendió por todo Oriente y
Occidente.
Y qué decir del judaísmo, que entregó a Roma para
que lo ejecutara al único hombre justo que dio la cara por la verdad y predicó
el amor entre los hombres, pero no le perdonaron que les sacara los colores por
su hipocresía, por predicar una cosa y practicar la contraria, pues ellos se
consideran el pueblo elegido y nadie está por encima de ellos, soberbia que les
impidió universalizarse e imaginar las consecuencias de aquella infame crucifixión
que tanto sufrimiento ha causado a la humanidad y sigue causando. Otra torpeza que ellos han pagado muy caro, y
siguen pagando, pero también lo está pagando el mundo, lo que demuestra hasta
qué punto el despropósito de unos acaba afectando a todos.
Y no aprendisteis nada, pues en lugar de exportar vuestra revolución y
vuestros valores al resto del mundo para acabar con la injusticia hicisteis todo lo contrario,
pues movidos por vuestra codicia os lanzasteis a colonizar tierras, a
explotarlas, a esquilmarlas, como siempre sin medir las consecuencias de vuestra
insensatez, pues hicisteis un daño irreparable que aún estáis pagando y se lo
hicisteis pagar al mundo entero, pues ni siquiera os supisteis
poner de acuerdo en cómo repartiros el
pastel, lo cual os abocó a una Guerra calamitosa, vuestra Primera Gran Guerra, que causó un sufrimiento incalculable y se llevó por delante a diez millones de
soldados y a veinte millones de civiles. Varias generaciones desaparecidas de
la faz de la tierra debido a vuestra estupidez y a vuestras mentiras. Como vosotros mismos decís ante una
barbaridad, ¡¡manda huevos!!
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