En la fase de supervivencia cada hombre
juega con las cartas que le han tocado en suerte. Lo normal es que gane quien
mejor cartas lleve, pero esto no siempre es así, pues también cuenta la
habilidad del jugador al jugarlas, el que mejor sepa mentir con mayor aplomo y convicción hasta el punto de confundir
y hacer dudar al jugador con mejores
cartas, son las reglas del juego y son aceptadas por todos, pues la mentira, el
disfraz está al alcance de todos. Pero
en la segunda fase, cuando ya no es la supervivencia la que está en juego, sino
la supremacía, no hay reglas, rige la ley de la selva, y si es
necesario matar, matáis, incluso a vuestros propios hermanos, a vuestra
propia familia, hasta ese punto llegáis en vuestras ambiciones, lo que
demuestra que la paz no es lo vuestro, lo vuestro es el estado de guerra
permanente, de ahí que necesitarais de un pacto social para no aniquilaros los
unos a los otros, y os distéis leyes para regularlo, y un Estado para que
vigilara su cumplimiento. Pero en realidad seguís siendo los mismos, no tenéis
remedio, con pacto social o sin él la injusticia sigue siendo vuestro gran tema
pendiente. El pacto social representa vuestro fracaso como género porque no
sabéis vivir sin mentir, necesitáis que la paz os sea impuesta para que podáis
soñar, ¿y en qué soñáis? ¿Cuáles son vuestras aspiraciones? Reflexionad sobre la sociedad que habéis
creado y tendréis la respuesta. Soñais
con ser alguien en la vida, pero una vez que lo sois os corrompéis, soñáis con
ser felices, pero una vez que lo sois os aburre la felicidad y buscáis otras
emociones que llenen el vacío que no podéis dejar de alimentar.
A nivel individual eludís vuestra
responsabilidad, es más, racionalizáis vuestros hechos reprochables para
evadiros de su peso, y hasta reaccionáis contra la víctima si os veis descubiertos. Y si las leyes no
pueden demostrar que sois culpables y las pruebas señalan a otros, cometéis la
vileza de permitir que los castiguen sabiendo que son inocentes. Sólo esto debiera bastar para que vuestra
conciencia, la conciencia que tenéis de vosotros mismos, se retuerza de
espanto. Pero seguís viviendo como si tal cosa, asistiendo al trabajo como si
tal cosa, hablando con vuestros amigos
como si tal cosa, educando a vuestros hijos y haciendo el amor con vuestras
mujeres como si tal cosa. Es terrorífico comprobar cómo permitís sin conmoveros
que otros paguen los crímenes que habéis perpetrado vosotros. Y para acallar esa voz maldita que os dice que
no estáis haciendo bien las cosas os decís “nadie es inocente, si no han hecho
estas cosas habrán hecho otras que otros
habrán pagado por ellos”. ¿No es escalofriante? Os degradáis moralmente hasta
límites insoportables ¡y lo justificáis! Es decir, superada la primera fase la segunda
aspira a la riqueza y al poder, cosas por las que vosotros, los hombres, no sólo mentís, sino que matáis a otros hombres y declaráis guerras, destruis el medio que os cobija y acabáis con especies que la naturaleza ha tardado en
crear miles de años de evolución.
Si la cuestión se plantea a nivel colectivo
es mucho peor, pues las naciones que superan la fase de supervivencia y aspiran
a la supremacía sobre otras naciones no dudan en recurrir a la guerra para conseguirlo,
y una vez conseguido, para que nadie le
dispute su poder, lleváis a cabo una política de abusos y engaños, una endiablada
guerra fría, una guerra solapada que se
cobra miles de víctimas y hace un daño
irreparable en las sociedades que la
soportan, sin que la injusticia que ello
supone os detenga. Para eso habéis inventado la razón de Estado, para que la
injusticia no sea un obstáculo en vuestros fines.
Sabéis que el problema del poder es que quien lo gana accede
a él desde la mentira, por lo que
mantenerse en él sólo puede
conseguirse a través de ella. Las
consecuencias son desastrosas, vosotros lo sabéis mejor que yo. Si conseguir el
poder es cuestión de mentir, lo conseguirá quien mejor mienta, quien se invente la mayor mentira, de esta premisa
partisteis para desarrollar vuestras ideologías y creencias que no son sino distorsiones
para confundir a la razón y los sentimientos.
Ergo para mantenerse en él no hay otra salida que seguir inventando mentiras, y si es necesario, eliminar a quien pretenda debilitarlo o disputároslo o llevar a cabo las
acciones que sean necesarias para reforzarlo.
Esta realidad me llevó a otra: si para
conseguir el poder y mantenerse en él el hombre se vale de la mentira ello
significa que su naturaleza carece de
los atributos necesarios para ostentarlo,
es débil, y quien es débil no puede ser
poderoso tal y como nosotros entendemos el poder en nuestro planeta, y desde su
debilidad sospechará de todos, pues sabe que su mentira no puede alcanzar a
todos, por tanto se volverá cruel para imponerse con el arma del miedo, se
instalará en la tiranía, caerá en la paranoia y se rodeará de aduladores, su tendencia a perpetuarse
en el poder y rehuir su propia responsabilidad lo conducirá a utilizarlo en contra de aquellos que cuestionen su forma de ejercerlo, no
utilizará el poder para hacer felices a los demás hombres, sino para perpetuarse
en él, lo cual lo lleva a un callejón sin salida, hasta ese punto es estúpido, pues
está utilizando el poder contra sí mismo y no reacciona, contra
sí mismo y contra los suyos, lo que se revelará en toda su crudeza antes o
después, así lo certifica vuestra historia. El poder, pues, supera al hombre, se le va de las manos, se olvida de su procedencia
y se entrega a un mesianismo absurdo que lo lleva a creer que es un elegido por
los dioses para iluminar al mundo y hacer feliz al hombre, cuando lo que
persigue es dominarlo y ser venerado por ello. Un ser patético que menosprecia el valor de la
familia y de la amistad, los acontecimientos cotidianos que la rodean imbuido de
la idea de que a él lo ocupan empresas de mayor calado que preocuparse de los
problemas de su casa, de su mujer y de sus hijos y de la atención que merecen
los amigos. ¡Cómo no va a mentir cuando se da de bruces con la realidad y se da
cuenta demasiado tarde de que sus pretensiones no son más que quimeras y que lo que importa en
la vida no es salvar el mundo, sino esforzarse por hacer felices a los suyos
que es la mejor manera de salvarlo! Y dirá, en tal tesitura, ¡que todo es mentira!
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