Queridos amigos Pere y Carmen:
Cuando se
aborda un tema de tanta trascendencia como el separatismo no se puede
contemplar sólo desde un lado, uno no puede apontocarse en sus razones y menospreciar las
de los demás. O no tenerlas en cuenta, o tildarlas de anti esto de o anti lo
otro. Nos guste o no formamos parte de una realidad histórica que nos ha
conformado como somos, a unos de una manera a otros de otra. Vosotros habéis
tenido más suerte que los que vivimos por aquí abajo. Vosotros habéis ido
siempre un paso por delante, habéis vivido la revolución industrial
antes que el resto de España. ¿Hay que deducir por ello que los que viven en Extremadura,
Andalucía, Murcia, etc. son mediocres, vagos o incapaces y que los catalanes son los más listos, inteligentes y eficaces? Pues no, hay unos responsables de la situación que ha originado el problema: la nobleza y el clero.
Ahí, en Catalunya, debido a su situación
geográfica, se desarrolló una burguesía gracias sobre todo al comercio y los
contactos con Europa, y floreció un campesinado más diverso. En Castilla, en Andalucía, Extremadura…, no
sucedió eso, estaban aisladas y en manos de los grandes terratenientes y de los
caciques, dueños de los grandes latifundios que impidieron el nacimiento de un
campesinado como el catalán y de una burguesía pujante como la catalana que
invirtiera en el campo y en la industria, e influidos por un clero cerril y
cercano al poderoso, no al débil.
Así, mientras la sociedad catalana empezaba
a organizarse para formar sindicatos y más tarde partidos políticos de talante
reformista, partidarios de reformas sociales, en la gran mayoría del resto de
España los de siempre seguían mandando y cortaban de raíz cualquier cambio que pudiese cuestionar o
poner en peligro sus enormes privilegios, su poder y su riqueza. ¿Qué cabía
esperar de esta clase anclada en el pasado y defensora firme del inmovilismo? Impulsar
el odio hacia el nacionalismo catalán que
apostaba por los cambios y también por una reforma agraria que España
necesitaba con urgencia, pues ponía en peligro su forma de vida.
Si Cataluña y el resto de España se hubiesen
desarrollado de forma equilibrada estoy seguro de que no hubiese nacido el
problema que hoy nos divide.
En un debate en el que participaron Carmen
Chacón y Felipe González, del que el diario El País (26/07/2010) se hizo eco, se dijeron
cosas como estas:
“Cataluña es hoy uno de
los sujetos políticos no estatales, llamados naciones sin Estado, con mayor
nivel de autogobierno de toda Europa, gracias a la Constitución española de
1978 y a los Estatutos de Autonomía de 1979 y 2006”.
“La Constitución y los
Estatutos, como el bloque institucional básico que asegura tanto la
articulación de España como la cohesión interna de Cataluña, han sido las
normas que mayor apoyo social han alcanzado nunca en Cataluña”.
“Una
amplia mayoría de catalanes compatibiliza su identidad catalana y española, sin
considerarlas excluyentes, con un acento mayor o menor en cada una de ellas”.
Y concluyeron que hay una Catalunya de los
que nunca han aceptado un espacio público compartido con España: la del lamento
independentista y soberanista que exagera y amplifica los agravios y, cuando no
existen, los inventa.
Y una España que no confunde el griterío
anticatalanista de los centralistas, y distingue entre una minoría estridente de catalanes
antiespañoles.
Por tanto, queridos amigos, yo creo que la
postura razonable cuando existen disensiones entre dos que comparten algo es
acercar posturas como principio, a partir de ahí lo que sea justo y más beneficioso para todos o para la gran mayoría, no para unos pocos.
Saludos desde esta España que ama a
Catalunya y al catalán.
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