Puede que esté asustado, aunque a decir verdad lo estoy desde que vine
al mundo. Pero es que hoy día están pasando cosas que me preocupan, tal vez más
de la cuenta, cosas que parecen estar
desconectadas entre sí, pero que todas ellas, consideradas globalmente, pareciera que
forman parte del mismo fenómeno. Y me
inquieta.
Es difícil admitir que la misteriosa desaparición del avión malasio tenga algo que ver con la compra del Edificio
España por parte de empresarios chinos, o que la masiva avalancha de
subsaharianos a la valla de Melilla y Ceuta tenga algo que ver con lo que pasa
en Venezuela, o que la anexión de Crimea por parte de Rusia tenga algún tipo de
relación con la política de Obama en Afganistán, o la muerte de Iñaki Azcuna,
un gran político local, con la de Adolfo Suarez, el político que hizo posible la Transición, el desafío soberanista de Mas con el
referéndum independentista en Escocia. Podría seguir proponiendo paralelismos,
pero creo que son suficientes para que os deis una idea de mi aflicción.
Si viviéramos en los ochenta, cuando Internet acababa de nacer para el
gran público y era todavía un bebé balbuceante, tal vez no me plantearía estas
inquietantes paradojas, pero hoy, que todo está interconectado entre sí, que lo
que pasa en una parte del mundo acaba afectando al resto de alguna manera en un
corto espacio de tiempo, que sabemos con cierta aproximación cómo funcionan las
redes complejas, que ya se nos habló hace tiempo del efecto mariposa, ya sabéis,
ese concepto de la teoría del caos que sostiene que una pequeña perturbación inicial, mediante un
proceso de amplificación, podría generar un efecto considerablemente grande a
medio o corto plazo, basado en el proverbio chino "el aleteo de las alas
de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo", es para
pensárselo. Lo estamos viendo y viviendo. No hay más que recordar que el
colapso de la economía mundial se produjo a consecuencia de las malas prácticas
crediticias y financieras de una o dos corporaciones bancarias al otro lado del
Atlántico. Y nadie dio la voz de alarma,
lo cual causa escalofríos.
También nos vale como ejemplo la rapidez con que se extienden los
rumores, o la propagación de las epidemias, o el caso del equilibrio ecológico,
todo él interconectado entre sí con las distintas especies, de manera que la
desaparición de una puede desencadenar la desaparición de otras muchas… O la propia red de Internet, que
basta con que un simple virus se introduzca en ella para que colapse la red. Todo
está conectado entre sí como formando una red neuronal a imitación de nuestro
cerebro, de tal modo que lo que ocurra en una parte del mismo acaba a afectando
a todo el conjunto.
Es decir, parece que no somos conscientes de que hoy, el simple hecho de
pulsar una tecla puede desencadenar un caos. Y eso asusta, ya lo creo. Y los
más inconscientes de todos son los que más conscientes debería ser: los
políticos, esos que no dudan en corromperse sabiendo el inmenso daño que hacen
a la sociedad y al mundo, por lo que combatirla
abiertamente debería de ser objetivo prioritario de toda gestión pública, y
aquellos que de alguna manera tratan de defenderlos no deberían ser votados
jamás.
No es admisible, en una sociedad cada vez más dependiente de lo que
hagan cada uno de sus integrantes, tanto a nivel individual como colectivo, que
se dilapiden recursos, se distraigan o,
lo que es más grave, se sustraigan y
desaparezcan mientras hay ciudadanos, compatriotas nuestros, que pasan
hambre o se ven obligados a depender de la caridad pública o social para
sobrevivir. Lo ocurrido el sábado en
Madrid tras la llamada “Marcha de la Dignidad”, y lo que viene ocurriendo desde
que la sociedad es consciente de que el ejercicio del poder, no solo tiende al
abuso sino que acaba corrompiéndose, es lo suficientemente ilustrativo de lo
que puede llegar a suceder a mayor escala si no se atajan las malas prácticas
de gobierno de nuestros gobernantes. Y al decir nuestros no me refiero solo a
los nacionales, también, por desgracia, a los europeos. Ya veréis como la
crisis de Ucrania acabará por afectarnos negativamente antes o después.
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