—La vida sería insufrible si no existieran
los mitos –afirmaba el profesor tratando de ilustrar a sus alumnos de Filosofía
sobre la falacia de la verdad-, pues nos distraen de una verdad incómoda: que el poder lo da la mentira.
—Aquellas
palabras de Agustín de Hipona sobre la verdad son mera propaganda para ocultar
la verdad de la mentira –continuó el docente-. Jesucristo es un mito, pero un mito muy potente que sus seguidores han convertido en verdad. La razón, por tanto,
es también un mito, pues llevarla no significa gran cosa, el hombre racionaliza sus actos y puede hacer que te sientas culpable sin serlo. Por otra parte tener razón no es lo más
importante si se ponen en juego otras cosas que afectan a la estabilidad, a los sentimientos, a los intereses generales
o a la familia, y si la verdad no existe
como tal, y la razón tampoco, no puede existir la justicia ni la libertad ni la
igualdad, ¿cómo nos va a hacer libres e iguales
algo que no existe? Lo que nos hace libres e iguales es creernos nuestra propia
mentira.
—Alguien, en algún momento de la historia
–ponderó el catedrático- puede que le
gane una batalla a la mentira, pero no
con la verdad, pues el poder lo tiene quien lo tiene y quien lo tiene lo tiene
porque miente, y solo puede ser vencido, no por la verdad, sino por una mentira
mayor. Es por ello que los héroes son
tan molestos, y peligrosos, porque descubren el juego y no solo tienen el valor
de denunciarlo, sino que proponen una mentira nueva con la que gana adeptos a
la par que enemigos. Si el poder establecido no puede ganárselo para su causa busca medios
para neutralizarlo, por lo que a sus
seguidores no les queda otra que convertirlo
en mito si su mentira es lo suficiente grande y tiene suficientes adictos. No hay
opción, ni esperanza, el poder lo da la mentira, la esperanza es un mito y la
libertad y la justicia zanahorias para alimentarla.
Entonces uno de los estudiantes levanta la
mano y el profesor le pide que hable.
—Pero hoy hay más libertad e igualdad que la
que hubo ayer –objeta.
—Sí, y más justicia también, pero no a causa
de la verdad, sino porque hoy sabemos más sobre la mentira que ayer y el poder se
ve obligado a ceder derechos para que todo siga igual. Pero todos los que se
organizan para desenmascarar la mentira del poder no lo hacen de la mano de la
verdad porque son poder y/o pretenden serlo, y cuando consiguen credibilidad ponen
a funcionar su aparato de propaganda para ganar más adeptos y ampliar su poder.
Por tanto, basan su lucha, para minar el poder
institucionalizado, en la mentira, y desde ella ofrecen más libertad, más
justicia, más igualdad, lo que le exigen
al poder establecido. Pero cuando están
instalados en el poder su objetivo es imponer la mentira en la que creen y denunciar la mentira
de la otra parte en la que no creen a pesar de que es la misma, un juego que los aboca a corromperse y corromper como parte del juego para callar
bocas y de paso enriquecerse, no van a desaprovechar la oportunidad de hacerlo,
serían tontos, pero como no puede callar todas las bocas la sociedad acaba sabiendo de sus
miserias, de las mentiras de sus
promesas, de su podredumbre y falsedad, que sale a flote como sale la pus en
las heridas purulentas. Y toma nota. Y como no se puede desmontar la falacia
desconfiar de las instituciones y de sus representantes es
obligado, pero su moral se resiente y
empieza a relativizar normas y valores
que la conducen a una relajación ética. A partir de ahí nada la detiene: también se corrompe y defrauda a hacienda,
engaña a su vecino, infla la factura de su trabajo, mete mano en la caja, paga
en negro, se entrega a la economía sumergida, estafa sin escrúpulos, se integra en grupos mafiosos que
explotan a mujeres, rapta a niños y
niñas después de abusar de ellos o se entrega a la pederastia sin pudor, organiza
bandas juveniles de radicales que siembran el desorden y el pánico, o en bandas organizadas de criminales y
narcotraficantes que siembran de cadáveres el camino a su paso, o se hace sicaria que mata por un plato de
lentejas, recurre a la prostitución como salida, ejerce la violencia de género.
Todo ello provoca el crecimiento exponencial de los divorcios, los matrimonios rotos, las
familias desestructuradas, los abortos,
aumenta la presión migratoria y las mafias que viven de ella, desciende la
natalidad…, en definitiva, crece la
delincuencia y la inseguridad, el desprecio por la vida humana, aumentan los
crímenes sin resolver, los suicidios, las desapariciones y los secuestros, la prostitución infantil, las
muertes de mujeres a manos de su pareja…, y los psiquiátricos se llenan de
enfermos mentales con trastorno bipolar, con lo que esa libertad, esa justicia y
esa igualdad que nos prometieron se convierte en un espejismo, la sociedad se
hace cada vez más líquida, más inestable, más inconsistente e insegura, todo lo
cual debilita el poder, lo cual genera
secuelas indeseables. Cada cual tratará de vivir como pueda, cada cual irá a lo
suyo, pero el poder oficial tratará de corregir sus desmanes aumentando su
poder con nuevas leyes más duras y restrictivas para combatir el desmadre
social que los representantes del poder provocaron al
corromperse y corromper, al mentir con descaro, al no cumplir sus promesas, al
cometer errores sin cuento y no solo no
dimitir, sino ni siquiera reconocerlos, todo menos admitir su mentira y gobernar
como la sociedad espera, con tino y acierto, pues no creen en ninguna verdad,
solo en la mentira que los alimenta. Y
vuelta a empezar, solo que esta vez con
menos libertad.
Entonces, otro estudiante, acongojado por lo
que estaba oyendo, pregunta:
—¿Pues qué salida nos queda?
—Podría decir perfectamente la de «sálvese
quien pueda», que es la que se está aplicando ahora más que nunca, pero no la voy a decir porque ni
siquiera yo estoy seguro de estar diciendo la verdad, solo me disuade de que no
es así que yo no busco el poder ni lo pretendo, así que solo tenéis dos
opciones: sobrevivir poniendo a prueba vuestra moral día a día o aspirar a
ostentar el poder. Si pretendéis el
poder y lo alcanzáis y aún albergáis algún afán por hacer de este mundo un
lugar mejor, formaos bien para que vuestra mentira sea mejor, más realista y más convincente, más grande y seductora que
la actual. Y más justa.
Tras la explicación del profesor la clase
enmudeció con uno de esos silencios que,
no sería tópico afirmar, era más elocuente que una lección magistral.
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