sábado, 4 de enero de 2014

CARTA A LOS REYES MAGOS






Queridos Reyes Magos:

   Seguro que mi carta os sorprende -¡hace tanto que no os escribo!-, pero el tiempo no ha podido con vuestro recuerdo. 

   Si no he vuelto a escribiros ha sido  porque crecí, dejé de ser niño,  y cuando se crece los Reyes Magos se van porque se pierde la inocencia y sin ella vosotros no existís.  Eso fue lo que me dijeron.  ¡Me cogí una llorera…! 

  --“¡Pero yo sigo  creyendo en los Reyes Magos!”, protesté. 

  --“No, tú crees que crees, pero la inocencia ya se ha ido”, me contestaron. 

--“¿Adónde?”, quise saber. 

   --“Jajajajaja –se rieron- este niño no quiere crecer. 

   --"Pues mira –trataron de convencerme- la inocencia, cuando se va, nunca vuelve, nadie sabe adónde va y nadie hasta ahora ha vuelto a encontrarla”. 

   Seguí haciendo preguntas como podréis suponer, entre ellas por qué se pierde la inocencia.  No llegaba a comprender por qué se perdía, y mucho menos qué tenía que ver su pérdida con vosotros, pero fue inútil, si no eres niño no hay Reyes. Y punto. Yo no lo entendía, así que me aventuré a averiguar por qué se pierde la inocencia.  Antes, sin embargo, tenía que saber qué es la inocencia. 

   ¡Cuánto tiempo buscándola! ¡Si al menos me hubieran dicho lo que era! Pero nadie se molestó en hacerlo. Y ¿sabéis?, cuanto más la buscaba más me alejaba de ella, pero sin yo saberlo, es como cuando se busca la felicidad, con el tiempo te das cuenta de que cuanto más te alejas del punto de partida más atrás la dejas.

   Pero, ¿cómo iba yo a saber eso? ¿Cómo iba a saber que en el mismo lugar dónde perdí la felicidad fue donde debí buscarla? Lo supe mucho después, cuando ya no podía regresar, cuando al mirar hacia atrás ya no había camino, En el momento de comprender  que cuando uno pierde algo lo lógico es buscarlo allí donde lo perdió, ¿no creéis? Pero allí ¡era todo tan oscuro! Así que en realidad no era la felicidad lo que buscaba, buscaba luz para alumbrarme ara poder encontrarla.  

   Lo extraordinario de mi búsqueda, no obstante, fue que buscaba algo que no sabía qué era ni cómo era. ¿Sabe alguien qué es la inocencia y cómo es? A mí me dijeron que se pierde la inocencia cuando uno deja de creer en los Reyes Magos, es decir, que para ser  inocente es condición indispensable  creer. ¡Pero yo creía! Entonces, ¿qué buscaba? ¿Os dais cuenta por qué os he dicho antes que cuanto más me alejaba del punto de partida más me alejaba de lo que buscaba? Llevaba la inocencia en mí y no lo sabía, la busqué en los demás, ¿comprendéis? Busqué en los demás lo que ya tenía porque me dijeron que la había perdido. ¿Os dais cuenta de mi drama? Fue entonces cuando lo supe todo. Pero ya  no había marcha atrás, las puertas se habían cerrado. No sabéis cómo duele que te arranquen la inocencia de cuajo. Ese fue el precio que tuve que pagar para saber lo que era. 

   Queridos Reyes Magos, fijaos que contradicción, hoy ya sé lo que es la inocencia y  sé que es necesario perderla porque si no la pierdes te la quitan. ¿Será por eso que cada seis de enero pongo mis zapatillas junto a la chimenea? ¡Me haría tanta ilusión que un día pasarais  por casa y me dejarais un verso! Un verso inocente, sólo eso.





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