—¿Qué cómo se ganan unas elecciones? –se preguntó como respuesta a la pregunta que le
había formulado su amigo- Es muy compleja la respuesta, pero simplificando te
diré que se ganan cuando el partido que se presenta consigue conectar con la
ciudadanía en aquellos aspectos de la realidad que más le preocupan y afectan,
cuando lo respalda una buena gestión, cuando sus dirigentes han demostrado
honestidad y rigor en su actividad profesional y personal. Y sobre todo, cuando a su cabeza de lista lo ampare una
trayectoria brillante en lo profesional, personal y familiar, sepa seducir al electorado, posea un discurso convincente y sea claro y
conciso en sus mensajes.
—¿Y qué más? –preguntó impaciente el amigo.
—Todo lo dicho quedaría en nada si luego, el
director de campaña, no acierta con la estrategia a seguir, si no sabe diseñar
un buen plan para contrarrestar las campañas en contra de los demás partidos y
otras fuerzas con intereses espurios.
Todo tiene que estar previsto al milímetro: lemas, reproches y ataques a
la oposición y a sus candidatos, lugares
a visitar, discursos a pronunciar, entrevistas a conceder, mítines a celebrar,
dónde celebrarlos, cuándo y con qué contenidos… Y sobre todo la intervención en
los debates. Estar al día de cómo evoluciona la intención de voto y la
repercusión de las intervenciones públicas del candidato, lo que dice la prensa
y los demás medios de comunicación y los demás partidos para ir corrigiendo
posibles fallos errores de cálculo.
—Demasiada literatura es esa –comentó
abrumado el amigo- por ese camino no ganas tú unas elecciones en la vida. De
hecho Donald Trump ganó las elecciones sin que nada de lo que tú has señalado
estuviera a su favor. ¿Y qué me dices del Brexit? Pareciera que los británicos
se volvieron locos votando a favor aun a sabiendas de su propio perjuicio. ¿Quién previó que Zapatero le ganara a Aznar?
Nadie, pero tuvieron lugar aquellos terribles atentados del 11M y la ciudadanía
actuó irracionalmente votando a un candidato sin aptitudes para gobernar a
España con garantías, menospreciando así
una trayectoria brillante del partido en el poder. ¿Y qué decir de los
andaluces, que han votado durante más de cuarenta años a un partido corrupto
que los ha estado esquilmando a manos llenas? ¿O de los catalanes, que le dan
su confianza a opciones políticas
claramente corruptas cuyo ideario de independizarse de España es claramente
perjudicial para ellos y aun así lo siguen votando? Te puedo dar más ejemplos.
—Bueno
–concedió el amigo- no he mencionado dos factores esenciales.
—¿Y
son? –acució el asesorado.
—El dinero y la propaganda.
—Ahí quería llegar yo.
—Pero eso es engañar a la ciudadanía –objetó
—¿Engañar a la
ciudadanía? –se burló el interesado- Á la ciudadanía le encanta que la
engañen. Es más, les dices la verdad y
no la creen. Si lo que persigues es ocupar el poder no puedes decir la verdad,
debes mentir. El caso más paradigmático fue Jesús Gil, que siendo todo él una
mentira fue elegido alcalde de Marbella. ¡Y era un corrupto!
—Es verdad, ganó porque sabía vender
esperanza –concedió el amigo.
—Eso es, vendía ficción y ganó, supo apelar
a los sentimientos de la gente y conectaba con el humor social –abundó el otro.
—También se gana cuando se vende miedo.
—Eso es, el miedo puede llegar a ser un
poderoso aliado para movilizar a los indecisos.
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