Buenos días, amig@s: no sé si
vosotros habéis sentido lo mismo que yo cuando he visto a la infanta Cristina
sentada en el banquillo de los acusados. No sé si es pena, tristeza, decepción,
indignación, conmiseración…, o una mezcla de todas esa cosas a la vez. A mí, que
la infanta sea juzgada finalmente o no me da igual, ya lo ha sido, la infanta,
simplemente, no debería estar en ese banquillo, no debería haber dado lugar a
esa humillación, una humillación que nos alcanza a todos. A nadie se le oculta que
ella debería haber estado más pendiente de las actividades delictivas de su
marido y cortarlas de raíz; luego,
divorciarse de él. Y no lo ha hecho, suficiente para que hoy la institución de
la Corona quede manchada y su mancha sea un baldón que nos afecta a todos. Lamentable.
Tal vez ella no vaya a la cárcel, pero su marido sí va a ir. ¡Pobre infanta! Y
todo por querer vivir por encima de sus posibilidades, que eran envidiables
¡Qué vergüenza! ¿Y sabéis qué es lo peor? El golpe bajo que esto supone para
nuestra maltratada moral. ¡Maldita sea!
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