viernes, 6 de diciembre de 2013

TREINTA Y CINCO AÑOS





   Buenos días amig@s. Hoy es el día de la Constitución Española, esa Constitución que la inmensa mayoría de los españoles votamos en el año 1978 con la ilusión propia de unos niños a los que por fin los RRMM les iban a echar el regalo que pidieron. Pusimos muchas ilusiones en esa ley de leyes para superar la secular división de esta España nuestra camisa blanca de mi esperanza.  ¿Dónde estamos hoy? Un día que debería ser grande, como para salir a la calle a celebrarlo, pasa prácticamente desapercibido, como si fuera una fecha más de fiesta en el calendario que se aprovecha para irse de puente, que esos sí los celebramos. 

   No me digáis que fue un sueño, no me digáis que después del camino recorrido estamos dónde estábamos, no me digáis que en estos treinta y cinco años de andadura no hemos avanzado ni un centímetro en el sentido de reconciliarnos y convivir unidos, no me digáis que estamos peor que entonces porque si es así no tendré más remedio que darle la razón a aquellos que a firman sin ruborizarse que en España hay mucho hijo de puta, o a lo mejor es que todos lo somos y no nos valen leyes ni normas para remediarlo. 

   Mas entonces, ¿cuántas generaciones más tienen que pasar para que podamos mirarnos a la cara con franqueza y no avergonzarnos? ¿Cuántas generaciones más tienen que pasar para que dejemos de esforzarnos por convivir y lo hagamos espotáneamente? ¿Cuantas generaciones más tienen que pasar para que valoremos realmente lo nuestro  como valioso, para que asumamos nuestra historia en lugar de avergonzarnos de ella y que no nos avergüencen quienes ni siquiera la tienen? 

  No voy a buscar culpables de lo que nos pasa  porque todos somos culpables, unos más que otros, eso sí. Pero no deberiamos permitir dejar en manos de los políticos la solución a los problemas de España porque los políticos van a lo suyo, y tienden a identificar sus problemas personales y los de su partido con los de España, de tal modo que su solución debe pasar por el tamiz de su particular ideología y de sus intereses partidistas. Tanto es así que ni siquiera cuando se trata de defenderla de quienes quieren romperla, se ponen de acuerdo.

  No creo que sea muy complicado entenderlo. ¿O tal vez sí?


 









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