A mí el instrumento que me gustaba era el
clarinete, ignoro la razón por la que me sentía atraído por él, era algo
especial. Si hubiera sido por su sonoridad, lo lógico es que me hubiese
inclinado por la trompeta, que también me atraía, pues tenía un sonido brillante que resaltaba por encima
de los demás, un instrumento insustituible que se presta al lucimiento como
pocos, bastante más que el clarinete, que es mucho más discreto y menos
verbenero que la trompeta. Yo veía en el clarinete al perfecto caballero que
allí donde va procura pasar desapercibido, pero si falta todos lo echan de
menos.
Esta y no otra debió ser la cualidad que más
me atrajo del clarinete, un instrumento mucho más recatado que la trompeta,
aunque con más presencia y prestancia
que la flauta, que sólo podía oírse cuando los demás instrumentos enmudecían,
lo cual no dejaba de ser una pena, pues su sonido es agradable y ensoñador. Me recordaba a las violetas, unas florecillas
de un perfume embriagador, pero ocultas y difícil de encontrar. Sin embargo qué
curioso, Bach compuso –de qué cosas se entera uno al cabo del tiempo- una
música para ¡órgano y trompeta!, la coral BWV 645. El órgano y la trompeta mano
a mano, no me lo podía imaginar, un instrumento verbenero compitiendo con uno
concebido para tocarle a Dios. Claro que bien pensado ambos son instrumentos de
viento y de metal. Lo que pasa es que yo siempre he asociado el órgano a la iglesia
y la trompeta a la fiesta.
Pero no sólo me atraía el clarinete, había
otros instrumentos que eran también objeto de mis preferencias, pero ninguno
como el saxo. Y entre ellos, el tenor (el barítono no llegué a conocerlo). A mí
el saxofón tenor me imponía, su sonido me inspiraba una mezcla de fascinación y
respeto casi reverencial, muy parecido al que me causaba el cura, un tenor de
la palabra que cuando se subía a púlpito y desplegaba su labia embelesaba a
respetable cual encantador de serpientes. Un fenómeno de la naturaleza. Hoy,
cuando oigo temas como Take five, de
Dave Brubeck Cuartet, o In The Mood, de
la orquesta de Glenn Miller, me embeleso oyendo el sonido de los saxos, me
fascinan.
Sí, fue una verdadera lástima que mi
aproximación a la música estuviera desprovista de la magia que la rodea. Para
cuando yo descubrí a Mozart y a Bach mi vida estaba ya encarrilada en una
determinada dirección y apartarse de ella no entraba en mis cálculos. Aunque
también eché de menos a la persona que surge en determinados momentos de tu vida y te dice: esto es lo tuyo. Lo eché de
menos tanto en el terreno musical como en el personal.
Bach me cautivó, Mozart me enganchó. A mi
mujer y a mí nos gustaba tanto Bach que el día de nuestra boda le pedimos al
organista que nos tocara La
Tocata y Fuga en lugar de la Marcha Nupcial. Yo no tenía ni
idea de lo que era el contrapunto, pero oyendo La Tocata y Fuga se aprende
sin necesidad de más explicaciones. Y la fuga, tres cuartos de lo mismo. La
audición de esta excelsa composición musical tiene más carga emotiva y
espiritual que mil homilías del “Tenor de
la palabra”. Sólo un genio puede
crear algo semejante. No me canso de oírla.
En cuanto a
Mozart, el genio de Salzburgo, tuve mi primer contacto con él a través
de uno de sus muchos divertimentos, algunos de los cuales se popularizaron en los años setenta. Fue su carácter
desenfadado y alegre lo que me atrajo de él, una verdadera delicia para los
sentidos. Así que quise saber más de él y descubrí un mundo fascinante de
sinfonías, conciertos y operas. Su
biografía la conocí viendo la película “Amadeus”, que me encogió el corazón y
mi admiración por él creció.
De sus óperas, además de “Las bodas de
Fígaro”, me quedo con “La flauta mágica” (Die Zauberflöte), y de ella el aria Der
Hölle Rache kocht in meinem Herzen (La venganza (o la furia) del infierno hierve en mi corazón),
interpretada por la malvada Reina de la Noche.
Es sobrecogedora, impresionante, magnífica…, cualquier
adjetivo le viene pequeño. Kenneth
Branagh hizo una adaptación espectacular
de esta ópera que fue presentada fuera de concurso en el Festival de Cine de
Venecia en el año 2006. Podéis ver un pasaje de ella en esta dirección: http://www.youtube.com/watch?v=JFdEYq8A-ZQ.
Y su famosa y estremecedora aria
aquí: http://www.youtube.com/watch?v=4bl4kI0_YZk
En la banda de música que presenció mis
primeros balbuceos musicales tocando la flauta, el clarinete principal lo
tocaba el hijo del maestro. Javier, Javi para los amigos, que hoy es profesor de
música, componente de la Banda
de Música del CNP. Compone, hace arreglos y vive de la música, y muy bien por
cierto. Pero cambió el clarinete por el saxo, el tenor concretamente. No deja
de ser curioso, por eso lo menciono, que él tocase entonces el clarinete de
manera magistral, y culminase su carrera musical tocando el saxo, los dos
instrumentos de mi preferencia. Al cabo de los años tuve oportunidad de verlo,
yo ya estaba casado, y le pedí que me enseñara música. Aceptó inmediatamente, y
estuve yendo todos los días durante dos meses, adonde él ensayaba, a aprender
de nuevo por el método de Hilarión Eslava, es decir, a empezar de nuevo, si
bien esta vez como mandan los cánones. Pero un traslado inoportuno acabó con mi
intento, más romántico que otra cosa. Estaba claro que mi tiempo de ser músico
había pasado.
Continuará...
Continuará...
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