Hay algo que empieza
a ser preocupante, que en realidad lo es, en esta infame sociedad consumista y
competitiva que te obliga siempre a dar de ti el cien por cien, a cumplir con
tu objetivo de productividad y eficiencia, y si no lo consigues ya está tu jefe
encima dándote un toque de atención, lo que no hace sino aumentar aún más tu
estrés, y el estrés es una enfermedad, no lo olvidemos. Sin embargo, si le
pides a tu jefe que te dé un par de días para recuperarte mentalmente de la presión soportada antes de caer definitivamente
enfermo y regresar nuevo, lo más seguro es que te haga la peineta después de
mirarte como si fueras un bicho raro. Y si ve que decaes, que la depresión se
va instalando en ti inexorablemente, amenazará con despedirte.
Esta actitud, el no
reconocer el agotamiento mental como una enfermedad que puede llegar a ser
grave, está provocando situaciones dramáticas, pues se tiende a pensar que las
enfermedades de la mente no son enfermedades, como si la mente no fuese un
órgano más del ser humano como lo es una pierna o un brazo. No es extraño, por
tanto, que en España haya más de un millón de personas con depresión que tal
vez no hubiesen caído en ella si el enfermo o la enferma supiesen que su jefe
les daría un par de días de descanso cuando sientan que su mente está llegando
al límite. Esto es injusto, muy injusto, pues puede destruir a un ser humano.
Me estoy refiriendo a
trabajos que, por sus características, sometan al trabajador a una tensión
constante, que le exijan un gran esfuerzo mental para desarrollarlo, no a
cualquier trabajo. Humanizar el trabajo en este sentido daría excelentes
resultados para trabajadores y empresarios.
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