ESPAÑA,
UN PAÍS DE VIEJOS
Bueno, pues ya estoy de nuevo con vosotros,
también con vosotras, que no se diga.
He pasado mis vacaciones en la montaña, en
un pueblo que debió conocer tiempos mejores a juzgar por sus casas y su
extensión, un pueblo precioso, señorial diría yo, que se está muriendo por falta de sangre
renovada, la población no deja de disminuir y la poca juventud que aún tiene carece
de salidas, por lo que antes o después terminará yéndose. Una pena. España se
está convirtiendo en un país de viejos, cuando siempre ha sido un país joven.
No es un secreto que el número de fallecimientos supera al de nacidos. Podríamos
pensar que se debe a la crisis, y no digo yo que algo influirá, pero la
disminución de nacimientos ya venía produciéndose desde hace tiempo, de antes
de esta crisis y de otras.
Yo nací en los años cincuenta, en una España
empobrecida, que aquello sí que era crisis económica y no esta, y sin embargo
las familias eran numerosas –nosotros éramos seis hermanos y mi madre tuvo tres
abortos espontáneos-, así que la crisis económica no tiene nada que ver, o muy
poco, por mucho que muchos se empeñe en tratar de demostrar lo contrario. La
crisis es otra.
La verdadera causa ha sido el cambio social
producido en España, “el progreso”, que nos ha hecho más egoístas y comodones,
lo cual ha afectado a todos los órdenes de la vida, sobre todo a la familia,
que de extensa ha pasado a ser monoparental. La emancipación de la mujer, la concentración de la población en las grandes
ciudades, el abandono del campo y el
auge de la industria en detrimento de lo
agrícola, el ocio como valor y la calidad de vida como objetivo, el culto al
dinero y la avaricia, el abandono de los valores tradicionales, todo ello está
detrás del descenso drástico de nacimientos. Y como quiera que ha aumentado la
esperanza de vida y que seguirá haciéndolo gracias a los avances de la medicina
y la tecnología, que España se esté convirtiendo, que ya lo es, en un país de
viejos, era impepinable.
Esto se capta con mayor dramatismo en los
pueblos, donde la población no se renueva y la poca juventud que hay huye de
ellos. De manera que su abandono se percibe enseguida, pues cuando el cabeza de
familia se jubila su actividad no la continúa nadie, así, no solo el campo se
va cubriendo de maleza y mala hierba por falta de manos que lo cuiden y siembren las tierras de regadío que antes parecían
vergeles –las de secano ya están abandonadas-, sino que los pocos negocios que hay en ellos
desaparecen, produciéndose así un deterioro progresivo y un vacío desolador
cada vez más pronunciado.
La corrupción también juega un importante
papel en la despoblación progresiva de los pueblos, al menos en el que nos
ocupa, donde su alcalde de lo único que se ha preocupado durante los
veinticuatro años que ha ocupado la alcaldía ha sido de llenar su bolsillo, y
como no existe oposición que merezca tal nombre, ha actuado con total impunidad
dejando el pueblo en las últimas. La
corrupción es un cáncer social que desmoraliza y enerva, en un pueblo es
demoledora, pues roba ilusiones y destruye oportunidades que ya nunca volverán
a presentarse, y que si se presentaran ya no quedará nadie para aprovecharlas. Y no pasa nada, esto es lo peor.
Que un alcalde de pueblo pase seis
legislaturas robando sin que nadie lo advierta, es para ponerse a llorar. Pero
ahí tenéis al mismo Pujol, que ha robado a manos llenas durante los mismos años
sin que nadie diga ni media. Sí, España
es un país de viejos, y se nota, ya lo creo.
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