Ayer fue el Día de la Fiesta Nacional, antes
se llamaba Día de la Hispanidad, y aunque muchos siguen llamándola así, ya no
lo es. El porqué el decreto que así lo estipula ha preferido que se llame
«Fiesta Nacional» en lugar de «Día de la Hispanidad» me parece razonable, pues
una nación debe tener su Fiesta Nacional, el Día de la Hispanidad
correspondería celebrarla, en todo caso, a entidades y asociaciones privadas en
colaboración con todos los países que forman el universo hispano, pero España,
que si por algo es grande es por haber descubierto para la humanidad aquel Continente, aunque
muchos quieran negarnos ese mérito, no ha sabido capitalizar para sí, como sí
hicieron los ingleses, el mérito, por lo que el concepto de “Hispanidad” no goza
de buena salud. Se destaca, lógicamente
a quien le interesa hacerlo así, lo negativo del Descubrimiento y no se ha
sabido explicar bien que España llevó
allí la cultura europea, nuestro idioma,
una herramienta valiosísima de comunicación sin la cual hoy no podríamos disfrutar
de la literatura sudamericana que ha dado escritores de talla mundial,
mejoramos la raza al mezclarnos con los indígenas, la presencia de España en
aquellas tierras no puede calificarse de “colonialismo” sin más, colonialismo puro
y duro fue lo de Inglaterra…, en fin, emasiadas
cosas buenas como para que el mundo anglosajón no reaccionara y se inventara la
Leyenda Negra, que tanto daño a hecho a la imagen de España. Sin embargo España no tuvo reflejos ni poder
para crear otra leyenda contra los ingleses, verdaderos depredadores del
mundo y enemigos de todo lo hispano. O
sea, que si nosotros no hicimos las cosas bien, ellos lo hicieron peor, sin
embargo supieron ocultar sus crímenes y enorgullecerse de su sangrienta
historia, con la que consiguieron construir un imperio. Nos diferencia que ellos tenían un proyecto,
nosotros no. Esa es la gran diferencia.
Precisamente hoy escribe Ignacio Camacho en
ABC un artículo de opinión que titula «El marasmo español», en el que alude
precisamente a esa falta de proyecto para España, en el que entre otras cosas
dice: «La falta de
cohesión social, la indecencia moral de la corrupción, la alarmante trivialidad
intelectual, la ausencia de valores colectivos, el fracaso de la educación, el
auge de la demagogia y la wikipolítica; todo
eso es lo que ha provocado la quiebra estructural de un país que en su
arrogancia de nuevo rico llegó a creerse sólido». No puede ser más cierto, la
prueba es que bastó el ominoso y repugnante atentado del 11M para humillarnos y
destrozar nuestros sueños. Más adelante afirma: « El panorama nacional es de
una trivialidad devastadora, una mezcla de estupidez, incompetencia y mala fe
que augura un formidable desastre histórico e invita al alejamiento moral, al
escepticismo individualista». Y todo, según él «por la larga ausencia de un
proyecto común de España», que ha posibilitado el conflicto secesionista de los
nacionalistas catalanes, que cuentan con su proyecto: separarse de España.
El artículo no tiene
desperdicio, y lo malo, o lo bueno, vaya usted a saber, es que lleva razón, y
como la lleva, alguien debería darse por
aludido, sobre todo los grandes partidos y los llamados “padres de la patria”,
que hicieron una Constitución que nos ha llevado a este marasmo y ha abocado a
España a un desnorte desolador sin que los partidos tengan claro lo que se debe
hacer, solo dicen que hay que modificar la Constitución, pero sin decir en qué
términos, por qué, y con qué fines.
Yo me he permitido hacer
un comentario al artículo, absolutamente estremecedor, que aquí os lo dejo:
«El problema, señor Camacho es una
Constitución mal concebida y peor elaborada que le da a las Autonomías competencias que solo deberían ser del Estado,
lo que ha provocado que España se diluya aún más y haya minado seriamente esa
cohesión social a la que usted alude. Busque ahí el mal. Lo de la corrupción
debe tener arreglo, lo de la inanidad intelectual, también, el proyecto de
España, idem, la politización de la
Justicia y la impunidad, que tanto daño nos ha hecho y nos está haciendo, todo
eso puede tener solución, señor Camacho, lo que tiene una complicada solución
es elaborar una nueva Constitución que rectifique los errores de la actual y
tenga en cuenta eso que usted echa de menos: un proyecto para España que, por
sí mismo, fundamente su cohesión social. ¿Qué hay que integrar en ese proyecto
a los nacionalistas? Claro que sí, haciéndoles comprender que con España tienen
asegurado un futuro, sin ella, no. Esta
es la madre del cordero.
Por cierto, señor Camacho, España no ha tenido nunca un proyecto serio,
tal vez lo tuviera con los Reyes Católicos, pero después de Felipe II todo se
vino abajo porque faltó grandeza, se tuvo en cuenta el interés de la monarquía
por encima de los intereses de España, eso sin contar el inmenso daño que nos
hizo la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, y ahí tiene usted los resultados
de aquello, una historia reseca que hiela el alma.
Tuvimos oportunidad de retomar un proyecto para
España si, cuando gobernaron los liberales de las Cortes de Cádiz, hubieran guillotinado a Fernando VII y a toda su
cohorte de infames lamepollas, error que ha envenenado toda nuestra historia
hasta desembocar en nuestra última Guerra Civil, que debiera haber evitado la
Restauración Borbónica, pero una vez más su proyecto no fue España, sino el
mangoneo entre partidos que, de una manera
no tan evidente, se reproduce ahora de otra manera. Y en el 78 cometemos el
error de hacer una Constitución que ha deshilachado el concepto de España
poniendo en manos de las Autonomías su futuro.
Desgraciadamente tiene usted razón, pues todo lo que dice es verdad, aquí a los
políticos brillantes, a los que tienen un proyecto para España, nos los
cargamos. El más paradigmático de
nuestra historia fue Prim, bajo mi humilde opinión, pero hubo otros. A ver quién, con tales antecedentes, da un
paso al frente. Y fíjese lo que le digo: al único ministro que tenía las ideas
claras, me estoy refiriendo a Gallardón, los suyos mismos lo han quitado de en
medio. No hay más que decir, señor Camacho.
Parla, 13 de
Octubre de 2014