CANTO
Me uno a los que hacen de la promesa virtud para ganarse el cielo de sus sueños, esté donde esté, siempre que el odio, en cualquiera de sus variedades y/o presentaciones, no figure entre las pócimas y ambrosías existentes en sus vitrinas celestiales, condición sin la cual no firmo ni mi salvación. No es presumible que el odio traspase las puertas del cielo, pero tampoco es descartable, dada su capacidad de disfrazarse de ciudadano ejemplar.
Y si por un casual de los que excepcionalmente se dan en los ámbitos literarios detecto, husmeo, diviso o adivino su presencia fatal, me reservo la facultad de devolverlo a las cavernas de Pedro Botero con vuestra ayuda, consensuando un conjuro ad hoc, previo paso por la sección de reciclaje y esterilización para conjurar peligros futuros.
Dicho lo cual, y a expensas de fijar la fecha de la solemne ceremonia en
la que nos veamos las caras e intercambiemos documentos para evitar falsas
identidades, a la que espero asistan compromisarios y compromisarias, fans,
seguidores y seguidoras de este foro, invitados, curiosos y demás personal,
advierto: el/la que confraternice con los fanáticos o sectarios de cualquier religión,
ideología, corriente ideológica, tendencia
supremacista, racista, segregacionista o discriminatoria o futbolística, contraerá el síndrome de Koro, y toda su vida tendrá la sensación de merma intelectual
y retracción genital.
Y hasta aquí.
Sirva este breve canto a la amistad de presentación para una nueva
etapa, que presumo fructífera.
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