miércoles, 25 de diciembre de 2019

VIVA LA NAVIDAD

Anoche, como cada Nochebuena, cenamos en familia. Existen ya muy pocas cosas que permanezcan inalterables a lo largo del tiempo, a lo largo de los siglos, como la Nochebuena. Incluso ya la familia no es la misma familia de hace tan solo medio siglo, pero sigue siendo la familia, ese reducto humano en el que se fragua la historia del mundo y que es su fiel reflejo.

No es baladí que una de esas pocas cosas que permanecen inalterables sea la Nochebuena y el espíritu que la hace una noche única, a la que a veces, algún año, de vez en cuando, se suma un nuevo miembro, acontecimiento que todos saludamos con alborozo y esperanza, pues supone seguir manteniendo la fe en el futuro y en el reencuentro de cada año que nos vale para renovar deseos e ilusiones, aunque ya los años maticen nuestros anhelos. Por eso la Navidad es, sin duda, la fiesta de y para los niños, es su fiesta.
Sin embargo cada vez hay menos niños, la alegría de la Navidad, algo que debiera hacernos reflexionar. ¿Qué hacen los dirigentes de esta sociedad que no fomentan el nacimiento de más niños en lugar de pelearse entre ellos?
Anoche, mi nieta, 14 meses, vivió su segunda Navidad. Y como no podía ser menos, fue el centro de atención de todos, y es que a los mayores nos gusta ver felices a los niños, y ella lo fue anoche, ya lo creo. Y todos lo fuimos de verla a ella.


¿Que la Navidad puede llegar a ser pesada? Puede, pero ¿y qué? Más pesado e insufrible es Torra y lo aguantamos. El espíritu de la Navidad puede con todo.


Lo que quiero deciros es que la Navidad, guste o no guste, se ame o se odie, aterrorice o ilusione, fastidie o alegre no deja a nadie indiferente, es la fiesta de las fiestas, nuestra fiesta, la fiesta de nuestros hijos, la fiesta de nuestros nietos. ¡Viva la Navidad!

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