domingo, 31 de julio de 2016

YO MISMAMENTE (IV)





   Y para qué hablaros de vuestra Segunda Gran Guerra,  no tuvisteis suficiente con la primera que también provocasteis la segunda,   que en esto no hay quien os gane en toda la galaxia,  si en la Primera fueron treinta millones de muertos en la Segunda  llegasteis a los cien, cifra estimativa,  una guerra que podríais haber evitado  si en lugar del ánimo de revancha os hubiera guiado la generosidad con el vencido, pero ya que no lo hicisteis al menos podíais haber impedido que se os subiera a las barbas, pues le consentisteis tanto que cuando reparasteis en vuestro error  ya era imposible evitar el conflicto,  otra prueba más  de vuestra estupidez que os condujo a una división en bloques ideológicos irreconciliables que provocó otra guerra, la que llamasteis “guerra fría”, que no hizo sino prolongar la anterior  y que estuvo a punto de desencadenar una guerra nuclear, pues emprendisteis una insensata carrera armamentística en la que empleasteis una ingente cantidad de recursos materiales y humanos que podíais haber empleado en combatir el hambre y la injusticia en el mundo, pero sois como sois, el miedo os domina y le ponéis precio a vuestra seguridad, un precio muy alto que pagaréis caro, pues os estáis entrampando con el futuro y este os pasará factura cuando menos lo esperéis. La tensión permanente a la que os ha conducido  vuestra desmedida ambición y afán de dominio con el telón de fondo  de las ideologías os conduce al insomnio y a la zozobra permanente, mala cosa, pues el insomnio afecta al cerebro y os impedirá razonar adecuadamente. Un panorama escalofriante.

    Y es que lo vuestro es de tumbona de psicoanalista, la única cosa que tenéis capaz por sí sola de salvaros a todos de la autodestrucción, me estoy refiriendo al  amor, apenas si lo utilizáis para compadeceros del débil, del desgraciado, del niño abandonado, del animal maltratado…,  sin embargo el odio, que es algo ajeno a vosotros, que no está en vuestra naturaleza en el sentido de que no podáis prescindir de él, lo empleáis de manera sistemática como arma incluso contra vuestros propios hermanos, contra vuestros padres, contra vuestros propios hijos a nivel personal, o bien como arma política  para manteneros en el poder o para alcanzarlo,  para azuzar a otros contra vuestros rivales, o lo dirigís hacia un grupo o clase determinados por pura envidia, o sencillamente porque no os caen bien, o por venganza… Tenéis miles de ejemplos en vuestra dilatada historia que os ha llevado a guerras y a toda clase de conflictos sangrientos a causa del odio,  el más devastador es el generado entre árabes y judíos  y entre cristianos y musulmanes, pero se extiende a todos los ámbitos, odio entre pueblos, entre familias, entre razas, entre etnias, entre ideologías, entre clases sociales…,  El odio lo empleáis como arma de dominación a pesar de que os puede aplastar a todos, pero como os permite avanzar, lo empleáis para vuestras conquistas, está detrás de todos vuestros actos de una manera más o menos evidente, de manera que se puede decir que es el verdadero motor de la historia. Así que vuestro admirado Marx se equivocó, el motor de la historia no es la lucha de clases, es el odio. Está en la historia, está en la Biblia, está en  los griegos, que se odiaban entre sí,  está en los romanos, que odiaban a los etruscos porque eran más cultos y refinados que ellos, está en los nacionalismos, que necesitan generar odio contra sus contrarios para lograr sus fines,  como lo necesitan los radicalismos de cualquier signo para desacreditar y combatir a sus enemigos, y está en el yihadismo, que odia a occidente y a todo lo que representa. Es decir, que sin odio vuestro mundo sería una balsa de aceite, pero no podéis prescindir de él a pesar de que os aniquila.  Os debe asustar la paz.

    Todos tenéis el mismo origen, todos nacéis nacéis iguales, sin embargo la diferencia entre vosotros la marca la cuna o el dinero, o ambas  cosas, antes eran los estamentos, ahora son las clases. Pero todo es pura apariencia, pues en cuanto a comportamiento las clases humildes dan más ejemplo de honestidad que las poderosas, no porque sean de una pasta diferente, sino porque no pueden hacer otra cosa, no pueden defraudar a hacienda, por ejemplo,  que es lo que hacen los que pueden. Esta realidad es catastrófica, pues “los de arriba”,  que en consonancia con su posición debieran observar una conducta ejemplar para ser el paradigma de “los de abajo”, se corrompen vilmente dando un pésimo ejemplo a la sociedad en general. Esta contradicción hace mucho daño, pues  los ciudadanos pierden referentes y su moral se resiente, como se resienten los vínculos entre unos y otros, como se resienten los valores y la fe en la justicia, lo que aboca a una sociedad sin fe en sí misma esclava del  relativismo. Así que si en algún momento de la historia constituyeron un modelo a seguir, ya no lo son, en realidad nunca lo fueron, por tanto ya no son referentes de nada ni de nadie. Una auténtica desgracia, pues los ciudadanos de a pie, los que eligen a vuestros dirigentes para que os gobiernen, no tienen en quien mirarse, ni mirando hacia arriba ni mirando hacia abajo, de manera que cada vez es más grande la brecha  que existe entre vuestra clase gobernante  y los gobernados, entre las clases pudientes y las trabajadoras.   

   Tanto hablar  de lucha de clases,  a la que una parte de vuestro planeta le dio categoría de motor de la Historia, para daros cuenta al final de que es otra inmensa mentira por la que han muerto millones de seres humanos, otra prueba más de hasta qué punto ideología y razón no casan,  pues desde ella se han cometido las mayores barbaridades y si ha acabado con algo ha sido con los sueños de quienes creyeron en ella convirtiéndolos en pesadilla. No parece sino que no queréis reconocer que sois contradictorios, que no os mueve una sola cosa, que os dejáis llevar por las emociones más que por la razón, y que hay cosas como la libertad y la justicia y la igualdad por las que siempre lucharéis a pesar de que son solo conceptos, pero como meta a conseguir son inalcanzables, de lo cual se aprovechan quienes aspiran a alcanzar el poder para imponer su credo, pero en realidad su objetivo es dominar,   controlar la economía para favorecer a los suyos, objetivo que está detrás de todas vuestras luchas.  Pero siendo esto cierto, también lo es que,  solventada la cuestión económica, os mueven  cosas más espirituales,  como el afán de conocimiento y el arte por ejemplo,  sin los cuales el hombre aún estaría  en las cavernas. También os conmueven  cosas como la religión, que nada tienen que ver con la lucha de clases, sino con la de las creencias, sin embargo   son también motores de cambio, pues ayudan al hombre a ser feliz, y si algo busca el hombre en esta vida es ser feliz, pero la lucha de clases no conduce a la felicidad, sino a la dialéctica permanente que si conduce a algo es a la frustración. Cientos de millones de muertos en aras de una utopía y sufrimientos sin fin para alumbrar una sociedad sin clases y la realidad ha demostrado que el presupuesto era falso porque considera al hombre simple materia. Y no pasa nada, sus partidarios, pese a la terrible experiencia, siguen creyendo que es posible construir una sociedad sin clases sobre los mismos supuestos, siguen creyendo que el motor de la historia es la lucha de clases, y dan por bueno tanta muerte, tanto sufrimiento, al fin y al cabo, dicen,  la Iglesia, que predica el amor, también tiene muchos muertos a sus espaldas y sigue ahí, defendiendo una creencia falsa.  Os falta imaginación, cuando alguien os recuerda los muertos que tenéis en el armario de la historia y sobre vuestras conciencias respondéis “y tú más”. Sois como niños.




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