domingo, 17 de julio de 2016

YO MISMAMENTE (II)







   En la fase de supervivencia cada hombre juega con las cartas que le han tocado en suerte. Lo normal es que gane quien mejor cartas lleve, pero esto no siempre es así, pues también cuenta la habilidad del jugador al jugarlas,  el  que mejor sepa mentir con mayor  aplomo y convicción hasta el punto de confundir y hacer dudar  al jugador con mejores cartas, son las reglas del juego y son aceptadas por todos, pues la mentira, el disfraz está al alcance de todos.  Pero en la segunda fase, cuando ya no es la supervivencia la que está en juego, sino la supremacía, no hay reglas, rige la ley de la selva, y si es necesario matar, matáis,  incluso a vuestros propios hermanos, a vuestra propia familia, hasta ese punto llegáis en vuestras ambiciones, lo que demuestra que la paz no es lo vuestro, lo vuestro es el estado de guerra permanente, de ahí que  necesitarais  de un pacto social para no aniquilaros los unos a los otros, y os distéis leyes para regularlo, y un Estado para que vigilara su cumplimiento. Pero en realidad seguís siendo los mismos, no tenéis remedio, con pacto social o sin él la injusticia sigue siendo vuestro gran tema pendiente. El pacto social representa vuestro fracaso como género porque no sabéis vivir sin mentir, necesitáis que la paz os sea impuesta para que podáis soñar, ¿y en qué soñáis? ¿Cuáles son vuestras aspiraciones?  Reflexionad sobre la sociedad que habéis creado  y tendréis la respuesta. Soñais con ser alguien en la vida, pero una vez que lo sois os corrompéis, soñáis con ser felices, pero una vez que lo sois os aburre la felicidad y buscáis otras emociones que llenen el vacío que no podéis dejar de alimentar. 

    A nivel individual eludís vuestra responsabilidad, es más, racionalizáis vuestros hechos reprochables para evadiros de su peso, y hasta reaccionáis contra la víctima  si os veis descubiertos. Y si las leyes no pueden demostrar que sois culpables y las pruebas señalan a otros, cometéis la vileza de permitir que los castiguen sabiendo que son inocentes.  Sólo esto debiera bastar para que vuestra conciencia, la conciencia que tenéis de vosotros mismos, se retuerza de espanto. Pero seguís viviendo como si tal cosa, asistiendo al trabajo como si tal cosa,  hablando con vuestros amigos como si tal cosa, educando a vuestros hijos y haciendo el amor con vuestras mujeres como si tal cosa. Es terrorífico comprobar cómo permitís sin conmoveros que otros paguen los crímenes que habéis perpetrado vosotros.  Y para acallar esa voz maldita que os dice que no estáis haciendo bien las cosas os decís “nadie es inocente, si no han hecho estas cosas  habrán hecho otras que otros habrán pagado por ellos”. ¿No es escalofriante? Os degradáis moralmente hasta límites insoportables ¡y lo justificáis!   Es decir, superada la primera fase la segunda aspira a la riqueza y al poder, cosas por las que  vosotros, los hombres,  no sólo mentís, sino que matáis  a otros hombres y declaráis guerras, destruis el medio que os cobija y acabáis con especies que la naturaleza ha tardado en crear  miles de años de evolución.

   Si la cuestión se plantea a nivel colectivo es mucho peor, pues las naciones que superan la fase de supervivencia y aspiran a la supremacía sobre otras naciones no dudan en recurrir a la guerra para conseguirlo, y una vez conseguido,  para que nadie le dispute su poder, lleváis a cabo una política de abusos y engaños, una endiablada guerra fría, una guerra solapada  que se cobra miles de víctimas  y hace un daño irreparable en las sociedades  que la soportan,  sin que la injusticia que ello supone os detenga. Para eso habéis inventado la razón de Estado, para que la injusticia no sea un obstáculo en vuestros fines.  

   Sabéis que el problema del poder es que quien lo gana accede  a él desde la mentira, por lo que mantenerse en él sólo  puede conseguirse  a través de ella. Las consecuencias son desastrosas,  vosotros lo sabéis mejor que yo. Si conseguir el poder es cuestión de mentir, lo conseguirá quien mejor mienta,  quien se invente la mayor mentira, de esta premisa partisteis para desarrollar vuestras ideologías y creencias que no son sino distorsiones para confundir a la razón y  los sentimientos. Ergo para mantenerse en él no hay otra salida que seguir inventando mentiras,  y si es necesario, eliminar a quien pretenda  debilitarlo o disputároslo o llevar a cabo las acciones que sean necesarias para reforzarlo.


   Esta realidad me llevó a otra: si para conseguir el poder y mantenerse en él el hombre se vale de la mentira ello significa que su naturaleza  carece de los atributos   necesarios para ostentarlo,  es débil, y quien es débil no puede ser poderoso tal y como nosotros entendemos el poder en nuestro planeta, y desde su debilidad sospechará de todos, pues sabe que su mentira no puede alcanzar a todos, por tanto se volverá cruel para imponerse con el arma del miedo, se instalará en la tiranía, caerá en la paranoia y se rodeará de aduladores,   su tendencia a perpetuarse en el poder y rehuir su propia responsabilidad lo conducirá  a utilizarlo en contra de aquellos  que cuestionen su forma de ejercerlo, no utilizará el poder para hacer felices a los demás hombres, sino para perpetuarse en él, lo cual lo lleva a un callejón sin salida, hasta ese punto es estúpido, pues está utilizando el poder contra sí mismo y no reacciona, contra sí mismo y contra los suyos, lo que se revelará en toda su crudeza  antes o después, así lo certifica vuestra  historia.  El poder, pues, supera al hombre,  se le va de las manos, se olvida de su procedencia y se entrega a un mesianismo absurdo que lo lleva a creer que es un elegido por los dioses para iluminar al mundo y hacer feliz al hombre, cuando lo que persigue es dominarlo y ser venerado por ello.  Un ser patético que menosprecia el valor de la familia y de la amistad, los acontecimientos cotidianos que la rodean imbuido de la idea de que a él lo ocupan empresas de mayor calado que preocuparse de los problemas de su casa, de su mujer y de sus hijos y de la atención que merecen los amigos. ¡Cómo no va a mentir cuando se da de bruces con la realidad y se da cuenta demasiado tarde de que sus pretensiones no son más que quimeras y que lo que importa en la vida no es salvar el mundo, sino esforzarse por hacer felices a los suyos que es la mejor manera de salvarlo!  Y dirá, en tal tesitura, ¡que todo es mentira!

No hay comentarios:

Publicar un comentario