jueves, 3 de julio de 2014

CISNE NEGRO



   





 El miércoles día 2  vi la película “CISNE NEGRO”, en ella hace una interpretación magistral, inolvidable, estremecedora la actriz Natalie PORTMAN. 


   Debo decir que me impresionó, no solo la interpretación de  la protagonista, soberbia, sino el tema que desarrolla: el control mental para conseguir un determinado fin, algo que puede tener, y de hecho las tiene, trágicas consecuencias. 


   Os diré de qué va la película para aquellos  que aún no la hayan visto: 


   Natalie Portman interpreta a una bailarina de Ballet llamada Nina,  entregada por completo a su trabajo. De ella puede decirse que  va de su casa a los ensayos y de los ensayos a su casa. Vive con su madre, antigua bailarina, que la sobreprotege –una manera de control mental-  para que no deje de ser su “niña bonita”.  Todo va a cambiar cuando el director del ballet pretende representar una versión moderna del ballet “El lago de los cisnes” de Tchaikovski, que como sabéis cuenta la historia de una princesa dulce y virginal atrapada en el cuerpo de un cisne blanco,  del que solo puede escapar si es amada verdaderamente por un príncipe. El príncipe aparece y se enamora de ella, pero antes de  que le declare su amor, su gemelo, el cisne negro, lo seduce con sus malas artes y,  cuando la princesa que encarna el cisne blanco se entera, devastada, se lanza por un acantilado y muere, alcanzando así su forma humana. 


   Pues bien, el director quiere que Nina interprete ambos papeles, el de la dulzura virginal del cisne blanco, y el de la maliciosa  sensualidad del cisne negro. Pero los ensayos evidencian que, así como el papel del cisne blanco lo borda, el del cisne negro se le resiste, no consigue transmitir la fuerza sensual y maligna que requiere. Entonces el director busca a otra para que la sustituya, una treta para someterla a prueba –otra forma de control mental basada en el trauma que supone verse relegada- que desencadenará la tragedia, pues ella quiere el papel  a toda costa,  así se lo pide al director,   y este, que era precisamente eso lo que perseguía, se lo concede.  A partir de aquí ella se verá sumergida en una vorágine endemoniada que la conducirá  a la locura: por una parte ha de  enfrentarse a la manipulación de la madre, que pretende que su “niña” no deje de ser un cisne blanco, y a la del director, que trata, de manera unas veces brutal, otras sibilina,   que sea un cisne negro. Entre ambos conseguirán romperla induciendo en ella un desdoblamiento de personalidad que convierte la película en un film de terror psicológico a medida que ella se va pasando al lado oscuro de su personalidad. 


   La película pone en escena lo que a ese y a otros niveles sucede en la realidad, cual es el esfuerzo sobrehumano a que se ven abocados todo tipo de personas, pero sobre todos los artistas de cualquier género, cuando pretenden interpretar papeles que los sobrepasan o conseguir objetivos para los que no están preparados, intelectual o mentalmente, pues con frecuencia los conduce a la locura, rompe el frágil equilibrio de sus mentes conduciéndolos al suicidio tras pasar por un infierno de alcohol, drogas y desenfreno. ¿Y todo por qué? Porque en sus ansias por conseguir aquello que creen que los hará felices, o en su afán por deshacerse de aquello que los ata, o en la seguridad de poder realizar aquello que se han propuesto, exploran  caminos inciertos y pisan terrenos movedizos. 


   En la película, el director del ballet, somete a Nina a una presión mental brutal encaminada a conseguir que deje de ser como es y se desmelene, se “suelte”, para que pueda interpretar el papel cisne negro. No solo  lo consigue, sino que hace de él una interpretación espléndida, magnífica, arrebatadora, terrorífica: el director la ha convertido en otra.  Sin embargo  ese no es su papel, ella lo sabe, quiere y no quiere, se enfrenta a sí misma creyendo que se enfrenta a su rival, y cuando lo comprende, cuando comprueba que es ella, pero no es ella, hasta el punto de ser perfecta,  se suicida, única manera de ser como era. 


   A nivel cotidiano pensad en cuántos jóvenes, tratando de escapar del ambiente “cisne blanco” de su hogar, se han quitado la vida  tras haber sido manipulados por las mafias  de la droga, “las malas compañías”,  hasta conducirlos a la locura después de haberlos tratado como conejillos de indias para sus propios fines, jóvenes que, tras haber desempeñado un papel que no era el suyo, al darse cuenta de hasta dónde han llegado y de haber hecho lo que han hecho,  se dan cuenta, comprenden demasiado tarde,  que ese no es su verdadero papel, no soportan verse así, se sienten incapaces de volver a ser lo que eran,  y se suicidan. 


   Si no lloráis  es que no lo habéis sufrido en vuestras propias carnes.

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