sábado, 8 de junio de 2024

LA PROMESA

 

 




 

   TVE emite en la sobremesa una serie ambientada a principios del siglo XX que se ha  ganado el favor de la audiencia. No es solo por su meticulosa ambientación y su magnífica puesta en escena, es también por cómo cuenta la historia que cuenta más que por la historia en sí, al fin y al cabo, un relato que nos muestra las grandezas y las miserias de la nobleza decimonónica en nuestro país. De casta le viene al galgo.

   Por tanto, se demuestra una vez más que, en literatura como en cualquier otra arte, no es el qué sino el cómo lo decisivo de una historia que enganche, interese y convenza, entre otras cosas, pues cuando algo se hace bien hecho todos aprendemos y todos salimos ganando.

   Lo que realmente se sustancia en esta serie titulada «LA PROMESA» nombre de la mansión en la que se desarrolla la trama de la serie es, por una parte, la relación de la familia del marqués de Luján, compuesta por el marqués (Manuel Regueiro) y la marquesa (Eva Martín) –que lo bordan- y sus hijos, dos varones y dos féminas entre sí; la relación entre los componentes del servicio, entre los que destaca Jana (Ana Garcés), verdadera protagonista de la historia, Pía (María Castro), ama de llaves de la Promesa, y Teresa Quintero, ayudante de cocina, de una personalidad arrebatadora y unos valores humanos ejemplares;  y la relación entre los marqueses y sus hijos y el servicio.

  La historia en sí comienza cuando una mujer (Jana) consigue trabajo en La Promesa en consideración por haber salvado la vida del hijo menor de los marqueses, Arturo Sancho (Manuel en la serie), que se había estrellado con su avioneta, pero lo que nadie sabe es que Jana no está allí por casualidad, sino que sigue su propio plan de vengar la muerte de su madre, presuntamente asesinada por el padre de la marquesa, y encontrar a su hermano, que le fue arrebatado por sicarios de La Promesa después de asesinarla.

   La serie refleja fielmente el ambiente de la época, el marco donde se desarrolla la historia, el vestuario, el vocabulario, la rigidez de las relaciones, la pompa, la hipocresía, el cinismo de una nobleza que esconde secretos inconfesables, que usa y abusa del servicio a su antojo, la avaricia, el servilismo de algún criado, los problemas de una nobleza arruinada que disimula su situación incluso recurriendo al crimen, los  problemas de los hijos de los nobles, que se enamoran de algún miembro del servicio, los acuerdos entre la nobleza para casar a su hijos como forma de salvaguardar sus intereses… Y como fondo de todo ello, Jana representando el anhelo de justicia de los más débiles, intentado desenmascarar a los responsables de la muerte de su madre.

   A partir de aquí, los guionistas de la serie procurarán mantener la tensión del relato complicando la trama hasta límites insospechados, pero sin salirse nunca de una realidad que parece ficción, o viceversa. En realidad, la serie nos muestra, con tanta crudeza como talento, las miserias y grandezas del ser humano, ambas tratando de abrirse paso, la bajeza tratando de vencer a la grandeza y, esta, luchando por no desfallecer y continuar en la brecha. Nada nuevo, en realidad desde que aquellos hombres del paleolítico cometieron el error de dejar de ser cazadores-recolectores para convertirse en agricultores.  

   Por lo demás, la  serie cumple a la perfección con las tres condiciones de toda buena historia: formar, informar, entretener.  De ahí su éxito. 

 

 

 

 

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