miércoles, 29 de noviembre de 2017

NO ES LO MISMO





 Si de algo debería avergonzarse el ser humano es de obrar de acuerdo con su condición, es decir, de obrar de acuerdo con su egoísmo, que lo lleva a crear todo tipo de problemas en lugar de solucionarlos. Y ello es así porque el egoísmo no hace más felices a los humanos, pues los aísla a unos de otros, los enfrenta y los divide. El egoísmo, además, tiene una indeseable secuela: el odio. Sí, el egoísmo genera odio porque solo se tiene en cuenta a sí mismo y considera a los demás sus enemigos. Es decir, se hace daño a sí mismo pero no le importa porque se siente bien con tal de hacérselo a los demás. Los egoístas no resuelven problemas, los crean.

   Un egoísta nunca podrá disfrutar de la íntima satisfacción que produce resolver un problema del que depende la felicidad o, simplemente, la tranquilidad de alguien, por tanto, nunca podrá sentirse  un héroe. El egoísta, en realidad, es un villano. No lo mueve el amor a los demás, sino a sí mismo, por tanto solo se moverá si su movimiento le supone algún beneficio. El egoísta considera que lo que sienten, piensan y necesitan los demás es mucho menos importante que lo que siente, piensa y necesita él. 


   Al contrario del egoísta, el ser humano que obra esforzándose por superar su condición sentirá que, si por algo merece la pena vivir es por resolver problemas que ayuden a que este mundo sea un poco mejor, que ayuden a la gente a ser más feliz o a vivir más tranquila.

   Esta es la razón por la cual  yo nunca entenderé a las personas o a los grupos que, en lugar de resolver problemas, los crean. Por tanto, nunca confiaré en quienes van por la vida creando problemas en lugar de resolverlos o ayudar a resolverlos, pues los mueve el egoísmo. 


   Si podéis resolver un problema que ayude a alguien, hacedlo. Os sentiréis bien. 

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