viernes, 26 de abril de 2013

LA INSOPORTABLE LEVEDAD DEL SER (II)



  


   Sabemos más que antes, tenemos más medios que antes, somos más que antes, pero no somos mejores que antes. En realidad ¿qué ha cambiado en el mundo?   Cuando los que lucharon contra la injusticia de una sociedad que no reconocía derechos subieron al poder cometieron los mismos excesos que denunciaban antes de acceder a él, aunque cambie el dios antiguo por el nuevo,  la fe por la razón, el manto azul por el rojo, la mano abierta por el puño. Lo único que ha cambiado ha sido la imprenta por la pluma,  la bombilla por la antorcha, la escopeta por la flecha, el misil por la catapulta, el automóvil por el carro, internet por el mensajero, el ordenador por el ábaco…,  que nos han llevado a saber más, a matar más fácilmente, a ir más deprisa, a enterarnos antes de lo que pasa, a calcular más rápido, pero no a ser mejores ni más felices, nada de eso nos ha cambiado. Necesitamos de gente que sueñe con cosas nuevas, cosas que impidan que el ser humano se siga degradando, cosas que nos unan,  talentos que sepan impedir las guerras, no políticos que las provoquen.

   Reflexionar sobre el ser humano, cuya mísera condición nada tiene que ver con su pretendido origen divino, es tan obligado como inútil pues  siempre nos lleva a la misma conclusión: su falta de talento. Esto no ha cambiado. Llevamos en nuestros genes la tendencia a la disgregación, la división y el enfrentamiento,  el impulso irracional que siempre vence al talento.  La ignorancia y la superstición dieron lugar a Las Cruzadas, a las guerras de religión y a la  Inquisición. Pero la solución no era  saber más. Saber más es cierto que deparó la Revolución Francesa que acabó con un régimen injusto sostenido por nobles, ricos y curas,  pero también la soviética que  nos trajo a Lenin y a Stalin, la guerra fría, las purgas y el Gulag. La avaricia de las potencias nos trajo  la I Guerra Mundial que nos deparó a Hitler, el holocausto   y la II Guerra mundial. La fisión del átomo originó la bomba atómica que destruyó las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, causó el desastre de Chernóbil, genera  residuos que no sabemos qué hacer con ellos y constituye una grave amenaza para toda la humanidad. Se desarrolló la industria, pero con ella apareció la contaminación, la destrucción del medio y la desaparición de especies. Se extendió  la enseñanza, pero se relajaron las costumbres y se difuminaron los valores morales al amparo del relativismo, el nihilismo y otros ismos, se perdió el respeto a los mayores y a los educadores y se generalizaron las drogas. El conocimiento desarrolló la ciencia y la ciencia la tecnología, pero también nos trajo el terrorismo, las grandes estafas, el blanqueo de dinero, la evasión fiscal. Se desarrollaron las telecomunicaciones, se va de un lugar a otro con mayor rapidez, tenemos todo el conocimiento a la distancia de una tecla…, sin embargo el hombre es cada vez más desconocido para el hombre, se pierden costumbres ancestrales, culturas milenarias, valores, no se sabe conversar, la familia se desmorona, los acontecimientos sociales han perdido su impronta.  La democracia, los derechos humanos, la igualdad hombre-mujer, el Estado social…, sin embargo se ha agravado  la violencia de género, la delincuencia se organiza en bandas cada vez más violentas,  el fraude se generaliza, el abstencionismo laboral se expande, cada vez se necesitan más cárceles y más grandes…, estamos acabando con el mundo rural, los pueblos  se mueren, a ellos  llega la televisión e Internet, pero  los vecinos y las vecinas ya no sacan sus sillas a la puerta de sus casas a charlar.  Ahora las nuevas generaciones han sido absorbidas por un nuevo alimento: la televisión basura,  las redes sociales, el “chateo” y el botellón, pero no son más felices que las anteriores, ni los guía ningún ideal más allá de enriquecerse y medrar.  La democracia trata al hombre como se merece, haciéndole creer que es libre e igual, que la justicia existe, que puede ser rico y llegar a ser feliz:  vótame, sígueme y haremos juntos un mundo mejor. ¿Mejor? ¿Para quién?  ¡Pero si el hombre no ha dejado de mentir desde que es hombre! Y lo que es peor, se ha creído sus propias mentiras para poder sobrevivir.  El pacto social es una mentira, sólo ha  servido para civilizarnos un poco, el hombre sigue siendo un ignorante, sigue vendiendo su alma al diablo para dominar a otros hombres. Hoy conviene que se desarrolle la industria porque  eleva el nivel de vida, pero mañana nos convencen de que lo importante no es el nivel sino la calidad de vida, para lo cual hay que proteger el medio ambiente. ¿Y por qué no se previó antes?  ¿Y Dios, es verdad o es mentira? Sea verdad o mentira lo cierto es que  los que creen en él no dan  ejemplo de conducta ejemplar a los que no creen.  La verdad  hará libre al hombre, sí, pero cada hombre tiene la suya, luego hay que inventar una para todos, es decir, hay que inventar una mentira en la que creamos todos. O casi todos. Es la tajada del diablo, su canon por transmitir la verdad. No hay otra forma de caminar juntos civilizadamente que mentirnos mutuamente, creernos nuestras propias mentiras, por eso cuando surge un hombre íntegro que se atreve a decir “la verdad os hará libres” se le persigue, se le desprestigia, se le margina y se le crucifica, porque pone en evidencia la mentira del mundo y socava el orden establecido.  El hombre es un niño que necesita distraerse, pero cada cual lo hace a su forma, unos pocos lo hacen soñando con un mundo mejor y otros muchos se entretienen engañando a otros niños. Pero todos buscan lo mismo: la felicidad. Es su sueño. Pero no nos engañemos, la mentira forma parte de su naturaleza, no puede escapar a ella, de manera que sólo los sueños lo distraen de tan insoportable realidad.

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